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SIN ESPINAS

El triunfo de un líder

Fotografía

Por Javier de la RosaTiempo de lectura5 min
Opinión04-02-2007

“Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Mucho frío. No se asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito”. Este es el singular anuncio que Ernest Shackleton insertó en la prensa británica en 1914. Quería formar una tripulación que le ayudará a conseguir un objetivo hasta entonces inalcanzado: cruzar a pie la Antartida. Se presentaron 5.000 hombres, de los que finalmente tan sólo 28 constituyeron la expedición. Tras la conquista del Polo Sur por el noruego Amunsen, ya sólo quedaba la gran travesía del continente helado: 1.800 millas. Para la expedición contaban con dos barcos: el Endurance, que les transportaría hasta el mar de Weddell; y el Aurora, que los recogería en el mar de Ross. La duración del viaje se estimó en 120 días. El 8 de agosto de 1914, el Endurance parte del puerto inglés de Plymouth. En septiembre arriba a las costas de la isla Georgia del Sur y tiene que detenerse por un mal tiempo que hace impracticable la navegación. Hasta diciembre no reanudan el viaje pero pronto se encuentran con enormes trozos de hielo que hacen los canales más estrechos y el avance más lento. El 10 de enero llegan a la Tierra de Coats, convertida en enormes acantilados cubiertos de hielo de 20 metros de altura. Imposible desembarcar. El hielo se hace cada vez más espeso y el 19 enero de 1915, el Endurance, se encuentra completamente atrapado. Desde entonces el barco deriva lentamente junto a la masa de hielo. En febrero de 1915, alcanzan el punto más al sur en su viaje, el verano austral acaba y las temperaturas caen a -23º C. Se preparan para pasar el invierno antártico a bordo del barco. A la llegada de la primavera, las aguas libres forman grandes crestas de presión en el hielo de hasta 4 metros de altura que amenazan el navío. A finales de octubre de 1915 tienen que abandonar el barco, peligrosamente escorado, destrozado por la presión de los hielos y sin posibilidad de reparación. Tienen víveres y equipamiento para alcanzar el objetivo, que para Shackleton ya no es otro que llegar a tierra con todos sus hombres a salvo. Tras desembarcar todo lo que pudiera serles útil, los 28 hombres establecen un campamento sobre el hielo. Permanecen en él casi 3 meses. El 20 de diciembre deciden levantarlo y dirigirse sobre el hielo a la isla de Paulet, a 346 millas de distancia. Arrastran los tres botes rescatados en una travesía muy dura y lenta. Shackleton decide situarse sobre una gran masa de hielo y dejar que las corrientes marinas les llevaran hacia el norte. Organizan la vida sobre el iceberg, como lo habían hecho antes en el barco y en el campamento de hielo. Todo el mundo tenía su tarea, su rutina y una disciplina férrea que les mantenía vivos. En su témpano flotante pusieron los botes invertidos de forma que les sirvieran de habitáculo. Cazaban focas y pingüinos disputándoselos a las orcas, practicaban cantos corales armonizados con un banyo, se celebraban los cumpleaños y se leía la Enciclopedia Británica. En abril de 1916 la masa de hielo comenzó a fragmentarse y decidieron echar al agua las tres embarcaciones para navegar sobre ellas. Tras los turnos de remo, había que despegar las manos de los remeros. El 12 de abril de 1916 los tres botes alcanzan la isla Elefante en la punta norte de la Antártida. Hacía 16 meses que no pisaban tierra firme y habían derivado en un inmenso bloque de hielo durante casi 6 meses. Ahora allí, aislados en una pequeña isla era inútil esperar ninguna ayuda. Shackleton decide dirigirse hacia la isla Georgia del Sur, en cuyo lado norte había una estación ballenera noruega, atravesando 800 millas de mar en un bote a vela de 6,7 metros de eslora. Le acompañan 5 miembros del equipo. Tuvieron que esquivar los icebergs, y luchar contra las infernales condiciones de uno de los mares más temidos por todos los marinos del mundo. Una ola gigante casi les hace zozobrar. El día 10 de mayo, tras varios intentos frustrados a causa del fuerte viento, las olas y los arrecifes desembarcan milagrosamente a salvo en una playa de la costa sur de la isla Georgia del Sur. El paisaje frente a sus ojos era espectacular: picos helados y glaciares; al otro lado, a 30 kms, la bahía de Stromness y la estación ballenera. Dos de sus cinco hombres estaban demasiado débiles y decide dejarlos al cuidado de otro. El 15 de mayo de 1916, junto a los otros dos, emprende la travesía por montañas heladas y glaciares hacía la bahía de Stromness. Consiguen llegar e inmediatamente después parten hacia el lado Sur para recoger a los tres hombres que habían quedado allí. Los encuentran esperando bajo uno de los botes que había sido volteado, como ya hicieran sobre el pack de hielo. Por su parte, Shackleton consigue un ballenero y junto a dos de sus hombres parte hacía isla Elefante a recoger al resto de sus compañeros. El hielo les hace retroceder hasta las Islas Falkland, donde el gobierno uruguayo pone un barco arrastrero a su disposición; nuevamente el hielo les hace retroceder. El no sé desanima y desde Punta Arenas, con la ayuda de los residentes británicos consigue fletar una goleta que también fracasa en el intento. Por fin, el 30 de agosto de 1916, a bordo del remolcador chileno Yelcho, Shackleton consigue llegar a la isla Elefante. Desde cubierta cuenta los hombres que se arremolinan en la playa y grita: "¿Estáis todos bien?". Ellos responden: ”Todos a salvo, todos bien”. Habían sobrevivido en la isla 105 días. Shackleton no había perdido ni un solo hombre en los tres años que duró su expedición.

Fotografía de Javier de la Rosa