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SIN CONCESIONES

¡Elecciones ya!

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión04-02-2007

Hubo un tiempo en el que manifestarse en la calle estaba prohibido y perseguido. Si diez amigos se juntaban en una esquina llegaba de inmediato la Policía para disolver aquella concentración de personas. En esa época las manifestaciones solían acabar con cientos de individuos huyendo de los agentes, que con porra en mano repartían mamporros a diestro y siniestro. Luego, con la democracia, hubo un tiempo en el que las manifestaciones eran una prueba de libertad y miles de personas ejercían su derecho a okupar la calle como protesta. No hace mucho había un tiempo en el que las manifestaciones eran una advertencia al Gobierno y un modo visible de oponerse a algunas de sus decisiones. Pero aquel tiempo también pasó. Las manifestaciones ya no son lo que eran. La división política que vive España ha convertido las movilizaciones callejeras en trincheras desde las que Gobierno y oposición tratan de desautorizarse. Es la guerra de las manifestaciones. Las manifestaciones del ¡No a la guerra! que organizó Zapatero en la oposición eran tan partidistas como las que ahora promueve Rajoy contra la negociación política con ETA. Sin embargo, ambas tienen algo de cierto. Aquella masa de gente en las calles junto a Zapatero puso de manifiesto que había una mayoría de ciudadanos contra la intervención militar en Iraq. Ahora la multitud que arropa a Rajoy demuestra que los ciudadanos rechazan el diálogo con los terroristas y quieren mano dura contra ETA. De la misma manera que Aznar no escuchó las miles de voces contra la guerra de Iraq, Zapatero desatiende el clamor contra la negociación política con la banda terrorista. Aznar se equivocó ensimismado en su soberbia y obnubilado por la amistad que le unía a George W. Bush. Zapatero también comete un error engañado por los cantos de sirena de los terroristas y prisionero de su ansia de paz a cualquier precio. De nada sirve que el Foro Ermua congregue a cientos de miles de personas en las calles de Madrid contra la política antiterrorista del Gobierno como de nada sirvió que otros tantos se manifestaran hace cuatro años contra la guerra de Iraq. En ambos casos, el Ejecutivo camina a lo suyo sordo a las reivindicaciones de los ciudadanos. Si algo tienen en común las manifestaciones de 2003 y las actuales de 2007 es que todas se producen a escasas fechas de las elecciones. Ahí es donde realmente tienen que expresar su voz los españoles y donde pueden comprobar su respaldo los partidos democráticos. Los comicios autonómicos y municipales de mayo son una primera prueba para los políticos antes de las elecciones generales de 2008. Hasta entonces habrá otras muchas manifestaciones. Quienes gobiernan ahora deberían mostrar más respeto a los que salen a la calle y recordar que hace sólo unas décadas estaba prohibido manifestarse. Y quienes se manifiestan tendrían que tener presente que hace escasos años ellos mismos ridiculizaban a la oposición por ponerse detrás de una pancarta. Más les vale a unos y a otros recuperar la cordura y el sentido común si realmente quieren convencer con su discurso a la mayoría de los españoles. Las manifestaciones están muy bien como queja y demostración de libertad, pero no resuelven los problemas del país. Tal y como está el patio parlamentario, incrementan el combate partidista. Lo único que puede solucionar esta crisis política y social son unas elecciones. Eso es lo que muchos estamos esperando para poner orden y devolver la serenidad a España. Sea para bien o para mal... ¡elecciones generales ya!

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito