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ESTADOS UNIDOS

Bush capea Iraq con un discurso sobre el estado de la Unión ¬verde¬

Fotografía

Por Miguel MartorellTiempo de lectura4 min
Internacional28-01-2007

Bush acudía al Congreso con los niveles más bajos de popularidad que se recuerdan en la democracia estadounidense. Sólo un 33 por ciento dijo apoyar la política del presidente antes de acudir al discurso sobre el estado de la Unión. Sin embargo, los asesores presidenciales sabían qué tecla tocar y qué hilos mover para que el discurso levantara los aplausos de la mayoría demócrata en el Capitolio: política doméstica y Medio Ambiente.

La situación de Bush ante el discurso más importante del año, el penúltimo que afrontará en esta Legislatura, era pésima. Sólo Harry S. Truman en plena guerra de Corea (1952) y Richard Nixon tras el escándalo Watergate (1974) afrontaron la cita con un panorama tan poco alentador como el que debía encarar el presidente estadounidense. Sin embargo, pese a tener el apoyo de sólo el 33 por ciento de los ciudadanos y haber sufrido el varapalo de la mayoría demócrata en las cámaras para sus planes en Iraq, Bush supo sortear los temas espinosos y evitar el enfrentamiento con la oposición. El resultado fue un discurso en el que “la guerra contra el terror” e Iraq fueron leves puntadas. Los asesores de Bush sabían que eludir estos dos asuntos evidenciaría la estrategia de evitar polémicas, por lo que el presidente los abordó en tono sosegado y paternalista. “Muchos en esta cámara entienden que Estados Unidos no debe fracasar en Iraq, porque entienden que las consecuencias del fracaso serían dolorosas y enormes”, comenzó Bush en torno al país mesopotámico. “El Gobierno iraquí podría verse derrocado por extremistas de todos los colores” y “la violencia podría contagiarse a todo el país; con el tiempo, toda la región podría verse inmersa en el conflicto” advirtió el presidente, que no dudó en acusar a Irán de financiara la insurgencia y al “terrorismo internacional”. El mensaje central para los demócratas fue la petición de unidad y una oportunidad para su nueva estrategia para Iraq, que incluye el envío de más de 20.000 soldados al país. “No importa qué votaron, no votaron por el fracaso. Nuestro país sigue una nueva estrategia en Iraq y les pido que le den una oportunidad para funcionar”, proclamó. “Para todos los que nos encontramos en esta sala no existe mayor responsabilidad que la de proteger del peligro al pueblo de este país”, continuó el presidente en su llamada al entendimiento con los demócratas, a los que avisó: “es importante trabajar juntos para que nuestro país pueda ver el éxito de este gran esfuerzo”. Un discurso verde y doméstico No obstante, la política doméstica y el Medio Ambiente conformaron el grueso central del discurso de Bush, que logró ganarse las simpatías de los demócratas. Así, por primera vez, el presidente que había puesto en duda la veracidad del riesgo del cambio climático, reconoció la “gravedad” del asunto y puso sobre la mesa un ambicioso plan para recortar sus efectos. El plan Veinte en Diez persigue reducir el consumo de gasolina en un 20 por ciento en los próximos 10 años, a través del endurecimiento de los requisitos medioambientales de los coches, los electrodomésticos y las industria, así como la promoción de otras fuentes energéticas menos dañinas para el Medio Ambiente. Bush continuó ofreciendo la cara positiva de la moneda estadounidense con las previsiones económicas del país, sobre las que presentó un proyecto presupuestario que eliminará el déficit fiscal de EE.UU. en tan sólo cinco años. Frente a la fácil medida de aumentar el gravamen fiscal a los ciudadanos, Bush apostó por el control del gasto y pidió al Congreso su aprobación para un asunto sobre el cual el Fondo Monetario Internacional ha expresado su preocupación. También tuvo tiempo Bush para hablar sobre el problema de la inmigración, un asunto que ha generado una gran polémica en Estados Unidos debido a la construcción de un muro en gran parte de la frontera sur del país para evitar la entrada de irregulares. Así, el presidente abogó por una reforma integral de la política migratoria en un debate “serio, civilizado y concluyente”. Los pilares sobre los que el presidente propuso levantar dicho debate son la creación de un programa de trabajadores temporales y abrir la mano a la legalidad para algunos de los 12 millones de irregulares que se calcula que viven en EE.UU. Sin embargo, no renunció al muro y anunció que el Gobierno duplicará la Patrulla Fronteriza y financiará nuevas estructuras y tecnologías. Por último, el presidente estadounidense es esforzó en hacer una llamada a la colaboración con los demócratas, que tras las elecciones del 7 de noviembre tienen la mayoría en el Congreso y el Senado. “Felicito a la mayoría demócrata. El Congreso ha cambiado, no así nuestras responsabilidades. No somos los primeros que llegamos aquí con un gobierno dividido e incertidumbre en el aire”, destacó. “Como muchos antes que nosotros, podemos solventar nuestras divergencias y conseguir grandes cosas para el pueblo estadounidense”, consideró Bush, que advirtió: “a nuestros ciudadanos no les importa mucho a qué partido pertenecemos, siempre y cuando estemos dispuestos a olvidar las banderas de partido para cumplir el trabajo”.

Fotografía de Miguel Martorell