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SIN ESPINAS

Un iluso presidente

Fotografía

Por Javier de la RosaTiempo de lectura2 min
Opinión31-12-2006

¿Qué es más fácil, matar o mentir? Quien es capaz de matar... ¿por qué iba a decir la verdad? El que es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho; el que es deshonesto en lo poco, es deshonesto en lo mucho (Lc 16,10-11). Nuestro presidente Zapatero no tiene en cuenta estas cosas. Espera que ETA deje de matar pero cuando ve que la banda se rearma de la misma manera que en sus anteriores “treguas”, mira a otro lado. Cuando observa la violencia callejera, quiere creerse que eso es parte del “proceso”. Para sentarse a hablar con quien no tiene consideración por la vida ajena se ha de tener más astucia que el asesino o ser un loco imprudente. En los últimos tiempos hemos visto como los dictadores y terroristas sanguinarios se han revelado contra la mano que les dio de comer. EEUU alimentó a perros rabiosos que ansiaban la venganza contra el gran Satán. Bin Laden o Sadam engordaron su vileza bajo el patrocinio del poder americano y al final salieron muy caros. Durante un tiempo se sirvieron de ellos pero lo que no sabían es que estaban dando de comer a sus asesinos. Para dialogar o negociar es indispensable situarse en planos de igualdad: ponerse a nivel del otro abajándose como hace Dios en Navidad al hacerse hombre o alzando la mirada al cielo como hace el hombre cuando ora, dialoga con Dios. Si no, es imposible entenderse porque la distancia entre ambos es insalvable. La injusticia que ha cometido el presidente de nuestro país es la de haber rebajado a sus representados ante una banda de asesinos que no han sido fieles ni en lo poco ni en lo mucho. A nosotros nos ha puesto a los pies de sus caballos, mientras que a ellos no les ha exigido ni un compromiso mínimo: ya no digamos dejar de matar, sólo decir la verdad. Alguien en “tregua” no roba pistolas, ni explosivos, ni hace zulos ni pone bombas. Alguien que declara un alto el fuego permanente no manda a sus cachorros a destrozar las calles. Sólo la insensatez o el ansia mesiánica de poder puede cegar a un hombre y evitar que vea lo que es diáfano para los demás. El problema es cuando el que se cree capaz de arreglar el mundo con una “alianza de civilizaciones” es el que te ha tocado como presidente del gobierno: un iluso.

Fotografía de Javier de la Rosa