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SIN CONCESIONES

Infinitamente imprudente

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión31-12-2006

La Policía esperaba un atentado de ETA desde hace semanas. La banda había recuperado la actividad después del verano. Con el robo de armas en Francia, las sospechas quedaron confirmadas. El ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, también era consciente del riesgo de atentado. Incluso Zapatero. Pero el presidente del Gobierno siempre ha dado más credibilidad a la información que recibe de Batasuna que a los datos que le trasladan los mandos policiales. Esa fe ciega es la que le llevó en marzo a elogiar a Otegi por su "discurso de paz". Por eso, el más sorprendido por el atentado de ETA es el propio Zapatero. La bomba de los terroristas ha hecho añicos las ensoñaciones de paz del presidente del Gobierno, sus aspiraciones políticas y sus planes de futuro. El proceso ideado por Zapatero ha desaparecido junto a los cuerpos de los dos ecuatorianos sepultados en la explosión. Tanto Alfredo Pérez Rubalcaba como María Teresa Fernández de la Vega advirtieron a Zapatero del rearme de ETA. Pero él miró para otro lado mientras negociaba. Nunca quiso ver la extorsión a los empresarios, las amenazas de los terroristas, el incremento de la violencia callejera, la explosión de coches bomba en Francia, el robo de pistolas y la preparación de nuevos comandos. Zapatero permaneció ciego a la realidad y a los principios. El atentado de ETA en el aeropuerto de Madrid le ha abierto los ojos de golpe. Su primera decisión ha sido suspender el diálogo con los terroristas, que no romperlo, y acto seguido ha vuelto a taparse los ojos con los dedos. Ingenuo hasta la temeridad, Zapatero ha reconocido que los terroristas están vulnerando las condiciones que él mismo inventó para autorizar el diálogo con ETA. Sin embargo, confía en que pronto vuelvan a cumplirlas. Entonces, reanudará la negociación en el punto donde se ha quedado. No volverá a empezar. Su objetivo es culminar el acuerdo secreto alcanzado con los terroristas antes de la declaración de alto el fuego. Para ello, las dos partes deben cumplir los compromisos adquiridos, como tantas veces le ha recordado la banda. Al final, le han pasado factura. Hasta ahora, el escollo de Zapatero ha sido la mayoría de los españoles. Con su arrogancia, ingenuidad, sus autoengaños, mentiras a la oposición, promesas incumplidas, falta de transparencia, opacidad, su desprecio a las víctimas, carencia de moral y exceso de confianza ha aglutinado un gran número de detractores. Cada vez mayor. Por eso ha variado temporalmente la estrategia. A la suspensión del proceso le seguirá a partir de ahora un endurecimiento de la lucha antiterrorista y un pequeño acercamiento al PP. Incluso es posible que convoque una reunión del Pacto Antiterrorista para demostrar proximidad política a Mariano Rajoy. En estos momentos, Zapatero necesita de ese magnífico acuerdo que ideó para acabar con ETA y que sorprendentemente escondió en un cajón a su llegada al poder. Cuando se vea acorralado por el PP, lo recuperará. Zapatero ha prometido que España estará dentro de un año mejor que hoy en el camino hacia la desaparición definitiva del terrorismo. En 2007 va a necesitar un milagro, por supuesto laico, para desprenderse la sombra de mal profeta. Primero vaticinó que Bush perdería las elecciones de Estados Unidos, luego afirmó que el alto el fuego de ETA suponía el inicio del principio del fin... Nueve meses después, el único fin que parece próximo es el de su carrera política. Zapatero es un imprudente con aires de iluminado que nunca hace caso a los demás. Sus propios ministros, la oposición, las víctimas y los expertos policiales le avisaron de que ETA podía volver a matar. El muy ingenuo no creyó a nadie. Ahora podrían reprocharle la misma imprevisión política que él achacó a Aznar tras el 11-M. Pero serviría de poco. Lo que hay que hacer es recuperar la unidad firme de los demócratas para perseguir con todos los medios al entramado de ETA: la policía tiene que detener a los terroristas, los fiscales deben solicitar penas centenarias para ellos, hay que encerrarles en prisión durante 40 años, hay que prohibir las manifestaciones de Batasuna y sus ruedas de prensa, hay que detener a Arnaldo Otegi por exaltación del terrorismo, hay que ilegalizar el Partido Comunista de las Tierras Vascas, hay que impedir que vuelvan a presentarse a las elecciones, hay que acabar con la extorsión, hay que denunciar a los colaboradores de ETA y hay que demostrar la falacia de la entelequia que predican. Zapatero ha perdido definitivamente la confianza de los ciudadanos. Pero, si hace todo eso, aún está a tiempo de evitar pasar a la historia como un incompetente y como el peor presidente que ha tenido España.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito