SER UNIVERSITARIO
¡Feliz Navidad!
Por Álvaro Abellán
2 min
Opinión17-12-2006
“Y a mí no me importa / si vino de una estrella / o salió de una carpintería de Nazaret. / Él es el único rayo de luz / que hasta ahora ha podido atravesar / ese muro terrible del Misterio. Él abrió un boquete / ha señalado un camino… / Y la esperanza desde que Él vino / está ahí bailando alegremente / en las tinieblas cerradas del mundo…”. Estas palabras de un ateo demasiado católico, como era León Felipe, vienen muy al paso del calendario que recorre nuestras vidas. Un calendario, por laico que sea, que cuenta los años desde el acontecimiento que ha configurado el Occidente actual: el nacimiento del Cristo. Poco importa, dice el poeta, si vino de una estrella o si salió de una carpintería. El caso es que aquella vida nos da la medida de nuestra época, de nuestros años, de nuestras fiestas. Y es tan lamentable que muchos no lo sepan como que otros lo olvidemos. Peor aún es quien dirige un instituto público y se dedica a eliminar el Belén que hacen los alumnos. En otros artículos hemos recordado las raíces cristianas de Europa; y cualquiera que mire a la Historia con ojos inocentes y preservados del sectarismo laicista, podrá dar cuenta de ello. Hoy nos toca hablar, más bien, de la historia futura. Porque la historia y el futuro, tal y como los hemos pensado en los últimos siglos -con esperanza de un progreso material y espiritual-, son fruto de la visión judeocristiana. Seamos creyentes o no, no podemos dejar de ser occidentales sin dejar de ser nosotros mismos. Por eso siempre, por estas fechas, anhelamos soñar, recuperar esperanzas, estar a bien con todos, reunirnos en familia y hacer buenos propósitos. El problema es que, cada año, todos esos sentimientos tienen menos fundamento. Porque nadie recuerda a quien los fundó, ni por qué los fundó, ni cuál era el camino para no fracasar en el intento. De nuevo, León Felipe: “Cristo, / te amo / no porque bajaste de una estrella / sino porque me descubriste / que el hombre tiene sangre, / lágrimas, / congojas… / llaves, / herramientas! / para abrir las puertas cerradas de la luz”. El poeta nos recuerda que si hay esperanza es por la lección de niño Jesús. El único Dios que se hizo hombre, nació en el camino, durmió en un establo, fue condenado injustamente por los hombres a quienes amaba, fue vejado y crucificado, resucitó, y volvió a decirnos que se quedaba, para siempre, con nosotros. La historia de amor más grande jamás contada. La historia de amor que cuenta nuestro calendario. La historia de amor para la que deberíamos prepararnos. La historia de amor que celebramos la noche más buena del año, y el día de Navidad. La historia del Dios que es Amor, que es Luz que penetra el Misterio, que es Alegría que baila sobre las tinieblas del mundo, que es la victoria definitiva del bien sobre el mal, una victoria que siempre empieza hoy y que coronaremos al final de los tiempos. Por eso, sólo por eso, y nada menos que por eso, ¡Feliz Navidad!