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ANÁLISIS DE DEPORTES

Lo que deja una ‘excursión’ a Japón

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura2 min
Deportes17-12-2006

Vaya por delante que el Mundial de clubes no me parece más que un invento de la FIFA para saturar el calendario, puesto que no aporta nada en particular. Es decir, no es una competición que tenga el prestigio de la Copa de Europa o de la Copa Libertadores –entran, por un criterio político, el campeón asiático, centroamericano, africano y de Oceanía, en todo caso equipos de menor porte–, y sobre todo no despierta el interés de los aficionados, salvo de los equipos que la disputan. Escándalos como el patrocinio firmado por la FIFA con Visa, a espaldas de su competidor MasterCard –que tenía un derecho preferente de renovación de un contrato que estaba aún vigente–, no son sólo la consecuencia vil de la mala acción de algunos responsables y no se arregla con su despido: es tan sólo el lavado de cara de una política que está por detrás. Mal que le pese a Joseph Blatter. Por no hablar de las fechas, casi imposibles de casar en otro momento porque es imposible llegar a un acuerdo entre quienes acaban la temporada en junio y en diciembre. Además, se trata de una competición que ha perdido atractivo al buscar el lenguaje de lo políticamente correcto: me sigue pareciendo más bonito, más evocador de los duelos históricos, continuar llamando al torneo como Copa Intercontinental. Después de todo, no ha dejado de serlo. El problema es que según se quiera mirar, se le dan diferentes nombres: Mundialito para quienes quieren quitarle importancia, y para algunos culés exaltados, con todo el nombre en inglés: FIFA Club World Cup. Toma ya: ¡a ver quién se pone de acuerdo? Hablando del Barcelona, por cierto, el equipo azulgrana ha evidenciado en Japón el algunos vicios que al bueno de Frank Rijkaard, pese a su toque de atención –y sobre todo, bien argumentado– tras las semifinales, le va a costar evitar. El Barça se va habituando a jugar a ratos, con el acomodo de quien se sabe superior, pero incurre en una falta de concentración que le puede pasar factura. No fue el caso del América mexicano y del Internacional de Porto Alegre: ambos practican un fútbol relativamente pausado, en el que tienen peso las acciones individuales. Los brasileños, además, supieron leer la construcción del juego y frenar a Ronaldinho de Assis. Por eso el Barça ha salido perdedor de Japón, con una nueva cura de humildad. Aunque hubiera ganado, no habría sido como para tirar cohetes: ni la competición no es tan prestigiosa como se quiere hacer creer –se centrará el esfuerzo en los títulos importantes: Liga, Copa y Liga de Campeones–. El Barça corre el riesgo de no aprender, y ése sería el principio del fin de una época. No en vano, es exactamente lo mismo que ocurrió con el Real Madrid de los galácticos. Y ya es el segundo título, aunque sea menor, que se le escapa esta temporada.

Fotografía de Roberto J. Madrigal