ANÁLISIS DE ESPAÑA
Los peligros del Estado de Derecho
Por Alejandro Requeijo
2 min
España11-03-2006
La tradición de nuestra sociedad pluralista tiene su origen en los ideales liberales que, a su vez, dan lugar al Estado de Derecho por el que nos regimos. Se trata de una clase de orden político pensado para evitar los abusos del poder en defensa del individuo. Para ello, este sistema de organización se fundamenta sobre tres pilares básicos: a) El imperio de la ley (los gobernantes no pueden hacer lo que les de la gana sin tener en cuenta las leyes). b) La división de poderes. c) La protección de los derechos individuales. Según estos principios, considerar al Estado de Derecho como sinónimo de democracia es incurrir en un error histórico. Hasta la joya de la civilización griega está al servicio de los legados de la modernidad. Por mucho que un partido goce de la mayoría parlamentaria, éste no tiene autoridad para coartar las libertades individuales, o por lo menos así debería ser. Sin embargo, en los últimos tiempos hemos podido comprobar como en ocasiones la teoría y la práctica siguen caminos totalmente distintos. Tal y como apunta el premio Príncipe de Asturias, Giovanni Sartori, una de las grandes amenazas del pluralismo es el multiculturalismo. En auge actualmente debido a la inmigración, consiste en otro tipo de organización donde el individuo queda sometido a los colectivos sociales. Mientras que en el liberalismo el concepto de ciudadanía es universal (todos iguales), en el multiculturalismo es identitario. Se acepta que hay distintas culturas y por tanto distintos individuos. No obstante, no es necesario recurrir a los de fuera para descubrir esta realidad. En España hay nacionalismos que siguen a pies juntillas estos principios. Corrientes políticas que hacen distinción entre personas en función de la lengua que hablen, el lugar en el que hayan nacido o el grupo cultural al que pertenezcan. Toda una amenaza que no tendría por qué suponer un desequilibrio para el sistema siempre y cuando su estructura permaneciese firme. Pero lo cierto es que poco se puede hacer por el Estado de Derecho como orden de defensa del individuo si flojea su pilar básico: la Justicia. Nada se puede hacer con un estamento judicial supeditado a intereses políticos. Mal vamos con un presidente del Tribunal Supremo que desestima comparecer ante el Congreso (órgano de representación ciudadana) por miedo ser “vapuleado” o con unos jueces que no se atreven a investigar la verdad por miedo a sus consecuencias.
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Alejandro Requeijo
Licenciado en Periodismo
Escribo en LaSemana.es desde 2003
Redactor de El Español
Especialista en Seguridad y Terrorismo
He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio