SIN ESPINAS
El Periodismo ha muerto
Por Javier de la Rosa3 min
Opinión03-01-2005
El periodismo ha muerto. Me atrevo a declararlo con toda literalidad en este comienzo de 2005. Ya lo apuntaba de alguna manera Ignacio Ramonet, director del prestigioso Le Monde Diplomatique en el año 1999 cuando escribió un ensayo sobre "El Periodismo del nuevo siglo”. El término periodista viene del francés journaliste. Jour es día y journalista es el analista del día. Esta terminología fue válida durante los primeros siglos de profesión y vigente tal vez hasta la primera mitad del siglo XX. Pero el inevitable fenómeno de la aceleración de la historia hace que, en rigor, lo que entendemos hoy por periodista es la figura de un pelele pretencioso y obsoleto si lo que ansia es analizar con algún tipo de visión el acontecer diario. De hecho, los únicos “periodistas” que están realmente capacitados para atisbar lo que pasa cada 24 horas son aquellos que observan el suceso teniendo muy presente sus 10, 15 o 20 años de experiencia profesional. Sobre la vertiginosa aceleración de la historia que todos sentimos y padecemos, en especial, los periodistas, habla sabiamente Marcel de Corte. Rafael Gambra también recuerda los ejemplos de este autor para explicar el fenómenos que vivimos y que hace inútil un periodismo entendido como se entiende hoy: “Si los Capetos tardaron ocho siglos en formar lo que llamamos Francia, en el siglo pasado (en referencia al XIX) un Bismarck o un Cavour realizaron esa misma obra en diez años con Alemania e Italia; y hoy, en no más tiempo que el empleado para redactar una ley, se pretende crear el Congo como nación, pasando a su población del Neolítico y de la antropofagia al sufragio universal en un régimen democrático y constitucional. Del mismo modo, si la física de los cuatro elementos estuvo vigente dos milenios, la de Newton estuvo dos siglos, y la de Einstein parece que cumplirá su ciclo en unas décadas”, afirma Gambra. No hablemos de la revolución tecnológica, de Internet, o de la telefonía móvil. Donde eres consciente de que lo que estás comprando, quedará en breve obsoleto. En medio de todo esto, los periodistas pretendemos atrapar un día que pasa como un instante. Y nos volvemos locos por la inmediatez que cada vez es una magnitud más leve y minúscula. Elevamos a categoría de noticia lo que realmente es un flash que nada puede indicarnos y que casi nada puede aportarnos desde un punto de vista verdaderamente informativo. Hoy estamos al tanto de lo que llaman actualidad pero en realidad no estamos más que bien desinformados. Por eso, el verdadero profesional de la comunicación, que es el término por el que yo abogo a la espera de que alguien encuentre otro más exacto, debe salirse de los rápidos de este río salvaje en el que se ha convertido el mercado informativo. Tal vez desde la orilla o desde los riscos tenga la ocasión de ver con perspectiva lo que realmente está pasando en este mundo vertiginoso que no merece la pena atrapar más que en sus esencias. Y son sólo de sus esencias de las que creo que hay que informar.