SIN CONCESIONES
Paz en 2005
Por Pablo A. Iglesias1 min
Opinión03-01-2005
Paz, paz, paz. Éste es el deseo que todo el mundo expresa en el comienzo del año 2005. Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, desde la guerra de Iraq contra Sadam Husein, desde la masacre de Madrid del 11-M; la gente sólo reclama paz, sólo quiere paz. La Humanidad está hastiada de tanta violencia y tanto belicismo. El Hombre se conforma con vivir tranquilo y sin sobresaltos. Los seres humanos exigen paz a los políticos, a los dirigentes mundiales, a los líderes armados, a los terroristas... Las masas convocan manifestaciones multitudinarias a favor de la paz como si la ambición del poder, los intereses económicos y los odios entre pueblos hubieran escuchado alguna vez la voz sensata de los humildes y los sencillos. La gente demanda paz como si la envidia y el rencor fuese defecto exclusivo de los mandatarios. La sociedad en sí clama pacifismo ajena a su propio comportamiento y sus defectos cuando, en realidad, la paz es una misión que obliga a todos. La paz del mundo compieza por la paz que uno mismo es capaz de trasladar a los demás. La paz de nuestro entorno arranca por la paz individual, por la paz interior de cada ser humano. Y la paz se cultiva con amor. La falta de cariño explica el cáncer que sufre la sociedad moderna. El interior de muchos hombres está podrido de envidias, rencores, odios y complejos. Los malos tratos, divorcios, abandonos, separaciones y rupturas son apenas los síntomas de la enfermedad social. Los seres humanos se recetan paz unos a otros sin aplicársela a veces a sí mismos. Por eso, la paz que verdaderamente necesita la Humanidad en 2005 no es una paz mundial. Para poner fin a las guerras, es necesario que primero triunfe la paz interior.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito