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LA RÉPLICA

‘Cantera’ sí, profesionales también

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura3 min
Deportes08-12-2004

El Comité Ejecutivo de la UEFA quiere tomar medidas para promover el desarrollo de los jugadores nacionales: escuchará ideas y estudiará medidas para llevarlo a cabo y, en última instancia, reforzar las selecciones nacionales. Las primeras propuestas abogan por un número mínimo de jugadores nacionales –siete u ocho– en los 18 que presenta cada equipo en un partido, y una limitación del número de jugadores en cada club, en principio 25 jugadores. La intención de la UEFA es loable, pero choca con la independencia que las federaciones nacionales otorgan a las distintas ligas profesionales. Tal vez el ejemplo más fácilmente asimilable para la intención de fomentar el paso de los jugadores jóvenes a sus clubes sea mirarse en el ejemplo del baloncesto, que ha sabido separar las competiciones profesionalizadas –aun así con algunas restricciones, como las que organiza la Unión de Ligas Europeas (ULEB)– y que combina reglas distintas según la competición: las reglas FIBA, de índole general, tienen distintas adaptaciones conforme a las competiciones nacionales, europeas y –por supuesto– la propia NBA. Así pues, la UEFA tal vez deba considerar la opción de proponer unas normas para sus competiciones, y que sus decisiones tengan, más bien, el valor de recomendación para las ligas nacionales. Donde más cabida pueden tener los cupos de canteranos y la limitación de las plantillas, en principio, es en la Segunda División. La categoría se puede plantear, incluso, como un vivero de clubes implantados en sus ciudades, diferenciada de una Primera División más profesionalizada, como sucede con la Liga ACB y las divisiones inferiores, que organiza la Federación Española. De este modo se pueden implantar criterios que mejoren el espectáculo, como la capacidad mínima de los estadios y centralizar, en parte, la gestión del marketing. Es una solución que permite a los clubes menos poderosos beneficiarse, hasta cierto punto, del gancho de los grandes equipos para fomentar su propia repercusión a escala internacional, aunque a priori éste les pueda resultar secundario. Éstos son aspectos negociables que la UEFA quiere centralizar, y que por ello provoca tensiones. Así ocurre con las divergencias del llamado G-14 –a escala de los derechos televisuales, en este caso–, puesto que los clubes saben que sin ellos no hay negocio y recelan de la voracidad de los dirigentes del fútbol europeo por controlar hasta el último detalle. De hecho, al planteamiento de la UEFA le falta una pregunta: ¿qué pasa con los clubes que tienen una vocación universal, como ocurre los grandes europeos –entre ellos Real Madrid y el Barcelona–, que se alimentan del alcance internacional que tiene la Liga de Campeones? Para ellos, los intereses que pueden tener en común con clubes como el Getafe o el Numancia son muy distintos. Parece necesario, pues, un planteamiento más amplio y flexible de la cuestión, que dé cabida a algunas excepciones. Conviene no olvidar que hay muchas formas –con sus ventajas y sus inconvenientes– de promover la cantera, y conviene recordar también que el modelo europeo del deporte es intervencionista, frente al modelo estadounidense, que se rige por las reglas del libre mercado. Los cupos no deben ser una solución, sino un mecanismo.

Fotografía de Roberto J. Madrigal