SIN ESPINAS
El ramo de olivo y el fusil
Por Javier de la Rosa3 min
Opinión14-11-2004
"Tengo un ramo de olivo en una mano y un fusil de combatiente en la otra; no permitan que se caiga el ramo de olivo". Así se presentó Yaser Arafat en la ONU y ante el mundo el 13 de noviembre de 1974, nada más ser nombrado presidente de la Autoridad Nacional Palestina. Decir que el ser humano es una pura contradicción es ser más realista que pesimista. Al contrario de lo que dice el tópico, yo creo que el verdadero optimista es un realista bien informado. Sólo ese realista bien formado e informado es capaz de superar su frontera de posibilidades a través de la esperanza. Uno de los motores más eficaces de la superación individual y colectiva. Declaraba no hace mucho un sabio, creo que era un reciente premio Nobel: “Soy pesimista respecto al ser humano pero optimista respecto de alguna de sus excepciones”. Momento este en el que nos damos cuenta de que hay hombres y mujeres que pasan a la historia por su coraje, por su ilusión, por su espíritu luchador y por su esperanza. La historia, el tiempo, en definitiva, y Dios juzgarán el papel que ha desempeñado Arafat en estos años cruciales en la historia de aquella tierra de judíos y palestinos. Es innegable que fue grande y líder; y como todos los grandes ha despertado casi por igual amores y odios. El caso es que los palestinos, un pueblo oprimido por aquellos mismos que más han sufrido esa opresión, tuvieron un representante, una voz escuchada que hablaba al mundo por ellos. Ellos mismos le concedieron esa autoridad y la autoridad es algo que no se gana sino que el pueblo otorga. Del ya ex presidente de la Autoridad Nacional Palestina se han dicho muchas cosas buenas y malas pero el caso es que no lo tuvo fácil. El problema no es que creyera en el uso de la violencia cuando la guerra parecía el único camino para resolver la ocupación de la que era su tierra, la cuestión es que cuando se convino que palestinos e israelíes estaban condenados a entenderse y a vivir en paz como hombres iguales, Arafat siguió creyendo en la violencia como medio para la consecución de la paz. Utilizar la guerra para conseguir la paz es dejar de creer en la paz, y esa es la contradicción que marcó su vida y su mandato en la ANP. El ramo de olivo en una mano y el fusil en la otra nunca le abandonaron realmente, le acompañaron en su histórico discurso en Naciones Unidas y cuando llegó a los acuerdos de Paz con Isaac Rabín con el que recibió el Premio Nobel de la Paz. El ramo y el suicida bomba le siguieron cuando se negó a ceder las competencias en materia de seguridad a sus efímeros primeros ministros, Abu Alá y Abu Mazen, con lo que ayudó a dinamitar la Hoja de Ruta. Y el ramo y el fusil le escoltaron cuando permitió que algunas facciones de Al-Fatah y Hamas estuvieran presentes en su estrategia política y en su tumultuoso adiós. El ramo de olivo y el fúsil son incompatibles aunque uno no sea poderoso y tenga que defender a un pueblo oprimido. Lo de Sharon y Bush es igual o más grave porque son poderosos y tienen medios humanos para garantizar la paz. No obstante, la Paz con mayúsculas sólo puede venir del verdadero Dios y no de los que todos estos líderes humanos proclaman -petróleo, dinero, poder y venganza- para justificar sus guerras.