DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN
Aznar hace balance de sus siete años de gobierno en su último debate
Por Raúl Romero Martín
3 min
España01-07-2003
No fue apabullante ni aplastante, pero Aznar logró arrinconar a Zapatero en determinados momentos del XVI Debate de la Nación, su última gran cita parlamentaria. Lo hizo al incidir sobre la crisis interna del PSOE al hilo del culebrón de Madrid, pero también en su falta de liderazgo y autoridad en Navarra, San Sebastián y Cataluña.
El jefe del Ejecutivo inauguró el debate del estado de la Nación con un detallado informe-balance de su gestión desde que llegó al Palacio de la Moncloa en 1996, al que intentó dar aún más relumbre con la contraposición de sus cifras con las dejadas por Felipe González en los últimos años de su mandato. Se visualizó en el Congreso el primer adiós de la larga lista de despedidas de las funciones de la Presidencia del Gobierno que irá acompañando el quehacer de Aznar de aquí hasta que acabe la legislatura. Aznar repasa el legado político que deja a España porque dice que su proyecto no es personal. No entra en confrontaciones, es una intervención de mano tendida, aunque a los dos minutos del comienzo propinara la primera y única andanada matutina al PSOE por la crisis de Madrid. Insinúa, sin citarlo expresamente, que Zapatero debe asumir responsabilidades y no trasladar a las instituciones la crisis de su partido. Luego, hace un llamamiento para preservar los 25 años de estabilidad democrática y alerta del peligro nacionalista, uno de sus asuntos preferidos. De nuevo, reafirmar su compromiso con la Constitución y negar cualquier modificación de la misma sin el respaldo de la representación que le dio origen. Luego, relajado sin levantar el tono ni mover un pelo del bigote, entró a saco contra Ibarretxe («iniciativas de presunta libre asociación son artificios extravagantes, carentes de encaje en el marco constitucional, intentos de usurpar la soberanía nacional, un proyecto étnico...»). Nada nuevo. Salvo que anunció reformas hasta el último día de legislatura y confirmó su deseo de agotar el mandato. Nada ni nadie le hará cambiar de opinión sobre la convocatoria de generales, que será en marzo porque «la fortaleza de una democracia la da, más allá de las personas, la seriedad de los proyectos y la solidez de los partidos». Zapatero, el líder de la oposición, que sin dar nuevos datos ni pruebas del bochornoso caso de la Comunidad de Madrid, entró directamente a matar. Sobre la ineficacia y la mentira del Gobierno giró esencialmente su discurso. Ineficacia y mentira en la crisis de Perejil, ineficacia y mentira en Gibraltar, ineficacia y mentira en la guerra de Iraq, ineficacia y mentira en el Prestige, en inseguridad, en vivienda, en gestión ferroviaria.... y exclama irónico: «Nada queda de aquel Aznar que decía leer a Azaña y hablar catalán en la intimidad. Ahora, sólo tiene acento tejano». Continúa su discurso: que si los amigos de Telefónica, que si el liberalismo del PP no es más que el intervencionismo de siempre de la derecha, que si los contratos son precarios, que si los impuestos no han bajado, sino subido con el PP, que si él tendrá un gobierno más «decente y más moderno»... y que sus planes son fundamentalmente para regenerar la democracia. Se oyen carcajadas, alusiones a Blanco cuando comienza a esbozar lo de las listas desbloqueadas, el nuevo modelo de la televisión y los límites a la posesión del escaño. No, no se olvida. Entra en harina y por fin mienta la bicha: el escándalo de Madrid. Pide perdón -aunque admite que no es costumbre- por incluir a dos personas «indignas» en su lista. Los resultados del debate: un adiós para Aznar, con todos los diputados del PP en pie. Obación y aplausos. Y una encuesta, la última del CIS, en la que la mayoría de los ciudadanos españoles le han dado a él la victoria.