NBA
Un año de dineros y corazón
Por J. Luis Ajero Astudillo2 min
Deportes24-06-2001
Los años de los Celtics, los de los Lakers y los de Bulls fueron los de mayor rendimiento económico. Grandes audiencias que veían y buscaban a los campeones y sus posibilidades para irse a la lona o tocar de nuevo el cielo. Por todo esto, David Stern, la persona que más mano tiene en la NBA, está que da palmas con las orejas. Los Lakers, o lo que es lo mismo, Los Ángeles, son uno de los mercados más grandes por excelencia, repiten título y amenazan con convertirse en imparables.
Su combinación de O´Neal y Bryant los hace inaccesibles para el resto de equipos. Shaq es limitable, pero no parable. Su producción se puede limar, pero nunca anular. Kobe mejoró lo del año pasado, y de paso mandó un mensaje para todos aquellos que elevan al cielo a Vince Carter. Junto con Tracy McGrady, que fue elegido como el jugador que más ha mejorado en el último año, son los mejores aleros del año y han demostrado que el truco de Carter -magnífico jugador- está bien, pero que ellos están un puntito por encima. Con tanto Shaq y Kobe no debemos olvidar el tercer nombre de pila más en boga, Phil. Buena temporada para un tipo del que nadie sabe si es entrenador o filósofo, pero que ya no tiene dedos para anillos y que sale con la hija del propietario de los Lakers. Seguro que no preocupa el fin de mes. El otro nombre propio es el de Allen Iverson. Suyo ha sido el mérito de meter en vereda a buena parte de creyentes descarriados hacia otros deportes. Sus 21 tatuajes, su pelo (corn rows lo llaman allí) y lo que más importa, su espíritu de superación, lo han convertido en un jugador imparable y conmovedor. Ha sido máximo anotador de la Liga, máximo ladrón de balones de su equipo y MVP (Most Valuable Player o Jugador Más Valioso) de la Temporada Regular. Es una máquina de anotar, y quieran o no, de hacer dinero. Cuando los Lakers celebraban el segundo anillo en la cancha de los Sixers, las cámaras de televisión y el realizador no se fueron con la fiesta amarilla, se quedaron clavados en la imagen desgarradora de un tío de la calle, con cara de niño y con los ojos a punto de romper a llorar. Era la imagen de un equipo sin mimbres que quiso desafiar a la ley natural y acabó sepultado. Corazón era su definición; realmente acertada, lo que pasa es que hasta los sentimientos en la NBA acaban siendo dinero. Iverson fue el jugador que más camisetas ha vendido en los playoff, tiene sus zapatillas en siete colores diferentes y su propia línea de ropa. Y eso que es un tipo de la calle, con su propio código de valores y leyes. ¿Se imaginan que no estuviese tatuado, se rapase la cabeza o fuese a un peluquero de moda y sonriese? Por cierto, no se molesten en intentar preguntárselo, lo suyo no es la publicidad y como cada temporada ya está desaparecido con lo más importante que tiene, más que un anillo: sus hijas, su mujer y sus amigos.