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CRISIS IRAQUÍ

La situación de los periodistas fallecidos en Iraq no era estable

Por Arantxa OruscoTiempo de lectura2 min
Comunicación20-04-2003

Las inocentes muertes de profesionales del mundo de la comunicación que cubrían el conflicto Bagdad y alrededores han conmocionado a toda la profesión periodística. Ahora, después de que sólo se pueda llorar la pérdida de dos periodistas españoles, queda resolver y averiguar por qué estas muertes se produjeron y cuáles eran las condiciones que tanto el bando aliado como los militares iraquíes ofrecían a los comunicadores de cadenas de televisión, emisoras de radio y diarios destinados a todas las partes del mundo.

Los casos de Julio A. Parrado, enviado del diario El Mundo, y José Couso, cámara de la cadena de televisión Telecinco, ocupan profundos debates y opiniones encontradas entre las personas que creen conocer el estado en que los dos profesionales se encontraban. El caso del enviado especial de El Mundo, Parrado, es comentado en muchos medios. Julio A. Parrado no pertenecía a la plantillla del diario y, pese a eso, se le envió al conflicto iraquí, por la insistencia del informador, sin proporcionarle medios para su seguridad; le obligaron a que se comprara un chaleco antibalas con su dinero, según Hermenn Tertsh, en un artículo publicado por El País, en el que pone de manifiesto la situación precaria de los dos periodistas españoles fallecidos en el conflicto armado. Tertsh destacaba en el artículo de opinión Periodista en guerra, que la situación laboral de los periodistas era claramente deficiente: “periodistas sin contrato fijo, sus directores les mandan a la guerra, con un miserable seguro y obligándoles a pagar el equipo mínimo de seguridad”. El director de El Mundo contestaba a las graves acusaciones de Tertsch: “todo lo que el señor Terstch afirma es absolutamente falso” a la vez que escribía una carta al director de El País, Cebreiro, en la que exigía un pronta rectificación pública o procedería a presentar una querella criminal por injurias y calumnias. Otro testigo directo y que pudo compartir momentos con Parrado antes de su muerte es Mercedes Gallego, que a través de un relato que titulaba Un nuevo presentimiento, expresaba que el periodista, horas antes de que un misil iraquí impactara en el centro de comunicaciones de Bagdad, intuía algo y, según palabras de Gallego, “hizo prometer a todo el mundo que no quería que Pedro J. apareciera por su entierro o funeral”. Palabras que según la periodista le confesó Parrado debido al mal ambiente que vivía en la empresa, ya que, destinado en Nueva York, su situación laboral no era estable. José Couso vivía también algo similar. Según Hermenn Tertsch, “Julio fue a la guerra porque no tenía opción. No quería volver nunca. Murió sin dejar testimonio de las miserias de la profesión”. La Federación de Sindicatos de Periodistas se ha pronunciado al respecto manifestando de José Couso que “la cámara con la que filmaba el horror de esta guerra era suya y él era su propia empresa; esa cadena de televisión contrató sus servicios y renovaba periódicamente ese contrato, pero no lo tenía entre sus trabajadores de plantilla”. Muchas incógnitas sobre la situación profesional en su respectivas empresas seguirán existiendo, pero de lo que no cabe duda es el hecho de que dos profesionales de los medios de comunicación han muerto en una guerra en la que el único objetivo que ellos perseguían era mostrar e informar al público.