FÚTBOL
La buena defensa complica a España
Por Roberto J. Madrigal2 min
Deportes16-10-2002
Paraguay encontró lo que buscaba, un partido previsible, sólo amenazado por jugadas aisladas, y salió de Logroño con un empate sin goles. El trabajo de Gamarra y Ayala acabó por imponer un ritmo tedioso, falto de tensión, que suscita las primeras dudas en el rendimiento de España: en el primer partido contra un rival incómodo no hubo goles.
La fiesta que se anunciaba en la inauguración del Nuevo Las Gaunas quedó aguada por la capacidad de Paraguay para anular el juego del rival de turno. No lo consiguió en el Mundial, pero se reencontró con el equilibrio entre la portería –guardada esta vez por Tavarelli– y el centro de la defensa, comendado por los sempiternos Ayala y Gamarra. En ésas, España apostaba por el jogo bonito, pero se quedó coja. A la labor de hombre escoba de Albelda no le acompañó la proyección ofensiva de Baraja, y en las bandas, al descaro de Vicente por la izquierda no le acompañó la profundidad de Mendieta por la derecha, pese a que ambos fueron apoyados por los laterales, Raúl Bravo y Míchel Salgado, generosos en el esfuerzo. Pero el combinado de Iñaki Sáez ofreció también ratos de fútbol previsible, incluso ramplón. El orden de la muralla suramericana, sin más aportación ofensiva que las incorporaciones del lateral Isasi, que inquietó a la defensa hispana con su velocidad, apenas invitaba a jugar con las individualidades. Así que por habilidad, regate y descaro era el turno de Capi y de Vicente, pero el media punta bético se perdió en la maraña de defensas rivales y no encontró su sitio. Al zurdo del Valencia, en cambio, le faltó compañía para rematar las jugadas que iniciaba. Tan sólo un lanzamiento de falta envenenado, raso y pestoso, logró encontrar, con ayuda de Morientes, el poste de la meta paraguaya. El equipo no carburaba y Sáez introdujo en el descanso cinco cambios para aportar un poco de ingenio. Pero Joaquín, Guti –sustituto de Vicente–, Tristán y Xavi se acabaron contagiando de la desidia ofensiva de su rival, que acabó, incluso, con el control del esférico. Un titubeo del debutante Contreras en un saque de esquina amagó con echar por tierra el dominio de la primera mitad, pero después Diego Tristán remató al larguero para confirmar que el partido no iba a cambiar de derroteros. Le toca a Iñaki Sáez meditar para tratar de resolver los defectos de la puesta a punto del equipo con vistas a los partidos de enjundia que tendrán que llegar.