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SIN CONCESIONES

Un futuro para nuestros hijos

Fotografía
Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura2 min
Opinión01-09-2002

Vuelvo de vacaciones y observo que todo permanece igual. Nada ha cambiado. Las cosas siguen donde estaban. Oriente Próximo, Colombia, la Cumbre de la Tierra... Varían las circunstancias pero no la sustancia de los problemas. Muchos los asumen como normales fruto de la desesperación y el conformismo. En cambio, otros luchan por una solución a los grandes conflictos y males de este mundo. Trabajan con espero porque, quizá un día, leyeron en un libro que las cosas hay que dejarlas en su sitio, no donde estaban. Vuelvo de vacaciones y veo que la ciudad está plagada otra vez de automóviles descontrolados controlados por humanos inhumanos. Contemplo atónito que la paradoja, la prisa y el egocentrismo marcan de nuevo el frenético ritmo de vida de millones de personas sin personalidad. Ni cambian ellos ni cambia la ciudad. Todo sigue igual porque son escasos los que aprendieron a dejar las cosas donde deben estar, en lugar de donde otros las dejaron. Cada cual se preocupa de sus cosas e ignora las de los demás. Pocos son conscientes de que una cita o una mirada puede cambiar a un hombre el destino. Vuelvo de vacaciones y advierto que lo poco que cambia es mi familia. Una manita con sólo 48 horas de edad aprieta mi dedo en busca de seguridad. Sus ojos castaños permanecen cerrados mientras busca el calor de un corazón que le arrope de cariño. En sólo dos días ha aprendido a comer, dormir y callar. Ya es más de lo que algunos hombres y mujeres logran en toda su vida. Cuando miro a Álvaro recién nacido recupero la juventud perdida y los sueños de niño. Quiero acabar con el hambre, poner fin a la violencia, cuidar el medioambiente y repartir felicidad. Comprendo a sus padres, a quienes entregan su vida por los demás... Y pienso que, si hubiera más soñadores y altruistas, sería más sencillo lograr un futuro mejor para nuestros hijos.