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Más de 70 españoles luchan en las filas del Estado Islámico

Por Selene PisabarroTiempo de lectura3 min
España15-03-2015

Desde hace diez años, los terroristas de grupos islamistas son una de las amenazas para España. Su objetivo es recuperar el territorio perdido y luchar contra los infieles. Su deseo es el paraíso y nada se les interpone para conseguirlo. Son los combatientes de la yihad, que ahora forman el Estado Islámico, más de 30.000 hombres de los cuales 70 son españoles. No tienen ningún pudor a la hora de amenazar a su país para reclutar y radicalizar a más hombres, además de captar a mujeres como esclavas sexuales.

El Estado Islámico (EI) ha conseguido en apenas unos años propagar el terror a nivel mundial. Menos común es su acrónimo en árabe: Daesh, aunque los combatientes lo califican de ofensivo. Se trata del nombre con el que el ministro galo de Exteriores, Laurent Fabius, bautizó al EI el pasado 15 de septiembre durante una cumbre internacional sobre la paz y la seguridad en Iraq. La razón que dio no fue otra que el EI no constituía un Estado, sino un grupo terrorista al que los árabes denominan Daesh.

Más allá de las fronteras de Oriente Medio, el EI ha conseguido captar a más de 10.000  combatientes para luchar en la yihad o guerra santa en Iraq y Siria para, de esta manera, extender el autoproclamado califato. Los recientes atentados en Dinamarca y París han provocado que las autoridades aumenten la seguridad en Europa, especialmente en España que, además, es uno de los territorios que buscan recuperar los fanáticos del Islam.

Actualmente, 70 españoles se encuentran luchando en esa región, según el ministerio del Interior. España no es ajena a los planes del EI en Occidente, ya que constituye uno de los focos principales de la organización. Una de las razones es que se trata de un territorio que en la Edad Media perteneció a los musulmanes y, por tanto, deben luchar por recuperarlo. Otro motivo es que apoya a la coalición internacional, a pesar de que no forma parte de ella–no aporta personal ni material militar a la lucha contra el EI-.

La amenaza es constante. Uno de los ejemplos es el último número de Dabiq, en el que el EI publicó el miércoles fotos de los atentados del 11-M y de los musulmanes españoles que criticaban el atentado contra la revista francesa Charlie Hebdó. Ya a finales de verano varios yihadistas difundían un vídeo en el que advertían en castellano que “España es tierra de nuestros abuelos” y que morirían para recuperarla bajo la bandera del EI.

El fanatismo del Islam se extiende en España en Cataluña, Levante, Ceuta y Melilla, ya que son las provincias que registran un índice más alto de población musulmana. Estas regiones forman parte del punto de mira de los yihadistas no solo para captar combatientes, sino también mujeres que ejerzan la yihad sexual una vez estén en territorio hostil. Cataluña es una de las comunidades con más riesgo de que se radicalicen los musulmanes. Sin embargo, también están aflorando en Ciudad Real y Ávila, localidades de donde proceden los últimos detenidos.

Los cambios tecnológicos tampoco se han hecho esperar para la captación de combatientes. Antes, lo común era el entorno cercano a las mezquitas, que constituían el núcleo de la comunidad musulmana; sin embargo, la Red ejerce ahora una potente fuerza para atraer a cualquier creyente independientemente de su ubicación. Internet supone una fuente inagotable de propaganda para cualquiera que desee acceder a la yihad: desde foros que buscan atraer a las mujeres para captarlas como futuras esposas de los combatientes hasta revistas especializadas, como es Dabiq, la publicación mensual que ofrece el Estado Islámico.

La organización terrorista sabe que cuenta la simpatía de otros bastiones yihadistas. El autoproclamado califa y líder del EI, Abu Bakr al Bagdadi, tiene un apoyo más desde esta semana. La organización terrorista Boko Haram (rama de Al Qaeda en Nigeria), anunció su lealtad a al Bagdadi el pasado fin de semana. La formación, liderada por Abubakar Shekau, inició su actividad en 2009 y desde entonces ha matado a más de 13.000 personas en el norte del país.