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TOUR DE FRANCIA

La rutina desluce al héroe

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura2 min
Deportes28-07-2002

Lance Armstrong está a un peldaño de los grandes campeones de la historia del Tour: Jacques Anquetil, Eddy Merckx, Bernard Hinault y Miguel Induráin. Sin embargo, la imagen de superviviente del cáncer ha ido dejando paso a otra inaccesible, tenaz y ambicioso, que no suscita simpatías entre sus compañeros en el pelotón.

La historia es de sobra conocida: después de haber sido campeón del mundo en 1993, Armstrong ha encontrado un estilo de correr basado en una alta cadencia de pedaleo, que además de permitirle desplegar su potencia en las etapas contrarreloj, le permite una agilidad inusitada en la montaña, sin ser un escalador. Así ganó su primer Tour de Francia, justo después del escándalo provocado por el caso Festina en 1998. Eran tiempos de grandes exhibiciones contra otros colosos: el italiano Marco Pantani y el alemán Jan Ullrich. Sin embargo, ambos se vieron atrapados por los escándalos del dopaje. En el 2002, sin embargo, el rival eran los españoles, encabezada por el potente equipo ONCE-Eroski. La respuesta de Armstrong al nuevo reto fue la misma de siempre: una preparación al milímetro para llegar al Tour en una forma excepcional. Esta vez, sin embargo, el texano contaba con un equipo de confianza para dosificar su esfuerzo y tan sólo rematar la carrera en las cumbres, donde le ayudaron Chechu Rubiera y Roberto Heras. Los rodadores, como George Hincapie, Floyd Landis y el veterano ruso Viatcheslav Ekimov, trabajaron a destajo para controlar la carrera. Pero algo sí ha cambiado: las malas despedidas de dos antiguos gregarios de lujo, Tyler Hamilton y Levi Leipheimer, comenzaron a mancillar la imagen de héroe. El hermetismo de los colaboradores de Armstrong, la proximidad con Induráin, otro campeón de muy diferente carácter, por su prepotencia en algunas declaraciones, al manifestar que ganaría. Sin embargo, quienes están dentro de ese círculo resaltan la confianza y generosidad del campeón. En todo caso, Armstrong no se ha ganado el cariño del público –al margen de los estadounidenses–, a pesar de que tiene en la mano ser el ciclista que más victorias ha conseguido en la carrera con más solera del mundo, la Grande Boucle.