Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

ABDICACIÓN DEL REY

Felipe VI, el próximo rey de España, "encarna la estabilidad"

Por Andrea Muñoz MartínTiempo de lectura4 min
España02-06-2014

“Mi hijo Felipe encarna la estabilidad, que es la seña de identidad de la institución monárquica”, con estas palabras se ha referido el Rey Juan Carlos I al Príncipe de Asturias, el legítimo heredero de la Corona. Lo ha hecho durante el discurso en el que se ha dirigido a los españoles, tras el anuncio de su abdicación hecho público por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el que ha dado a conocer, a través de una declaración institucional, el deseo de Don Juan Carlos de “empezar el proceso de sucesión”.

Un proceso de sucesión que vuelve todas las miradas a la figura que ostentará, dentro de poco, la Jefatura del Estado: el futuro Felipe VI. El heredero al trono tiene por delante una tarea complicada: revertir la situación de la caída de popularidad de la Corona que, tras su annus horribilis, se encuentra respaldada por menos de un 50% de los españoles. Sin embargo, a pesar de la pérdida de apoyo de la institución, lo cierto es que la monarquía española sabía que contaba con un remedio para la desafección popular: el Príncipe de Asturias poseía un enorme respaldo social que, de hecho, crecía por momentos –aproximadamente, el 70% de los españoles admiten tener una buena o muy buena opinión de él-. No en vano, durante su discurso, el monarca ha expresado su convencimiento de que Don Felipe inaugurará “una nueva etapa de esperanza” propiciada “por el impulso de una nueva generación”. El Rey ha destacado la “preparación” de su hijo para asumir la etapa que se abre. Una formación sin precedentes históricos válidos y con un objetivo más bien borroso –ni si quiera desde el punto de vista constitucional estaba claro el marco en el que iba a moverse el heredero-; pero programada concienzudamente. Tras la etapa escolar, Canadá fue el lugar escogido para que el Príncipe estudiara el COU; tras su vuelta a España, comenzó su instrucción militar, que se prolongaría durante tres años y que le serviría a Don Felipe, según sus allegados, para endurecer su carácter y conocer el valor de la disciplina. Tras esta etapa, inició sus estudios universitarios en la Universidad Autónoma de Madrid, donde cursó la doble licenciatura de Derecho y Economía y en la que obtuvo excelentes resultados académicos –una tarea que, además, el Príncipe potenciaría acercándose a distintos intelectuales y distintos personajes del mundo de la cultura a través de encuentros en privado-. Un master de Relaciones Internacionales en la Universidad de Georgetown, en Washington, sería el colofón final a una formación que ya apuntaba a una continua relación con el ámbito internacional. Después de su formación, llegaba el siguiente paso: dotar de sentido a la figura del heredero que sirviera para establecer una trayectoria fija. El rumbo era claro: Don Felipe tenía que seguir los pasos de su padre e iniciarse en la tarea de conseguir, progresivamente y por su cuenta, una cada vez mayor relevancia pública. De esta forma, comenzó a representar al Rey en determinados actos e inició también, entre otras labores, su andanza en la Fundación Príncipe de Asturias. Pero su tarea más importante, a lo largo de todo este tiempo, ha sido, tal y como destacan sus maestros, la de aprender de todo y en todo momento. Es por ello que el Rey Juan Carlos I considera que su hijo posee, a día de hoy, “la madurez” y “el sentido de la responsabilidad necesarios para asumir con plenas garantías la Jefatura del Estado”. Una tarea, para la que contará, según expresa el monarca, con “el apoyo de la Princesa Letizia”. Letizia se convirtió en Princesa de Asturias hace ya diez años, tras su boda, en mayo de 2004, con Don Felipe. Las críticas a la primera princesa “de clase media” no se hicieron esperar; lo que inició una especie de relación de amor odio con la sociedad española, que todavía continúa manteniendo a Doña Letizia en los puestos más bajos de afección dentro de la Familia Real. Altiva, para algunos; receptiva y valiente, para otros, la Princesa de Asturias ha logrado, durante estos años, acortar el espacio entre la monarquía y la sociedad. Un proceso que comienza, por ejemplo, en su propio hogar en el que trata desde siempre, según sus allegados, de “desprotocolarizar” las relaciones dentro de la Familia Real y, de forma muy especial, con sus dos hijas: la Infanta Leonor –próximamente, Princesa de Asturias- y la Infanta Sofía. Los príncipes de Asturias llevan más de una década preparando, juntos, la ocupación del trono al que Don Juan Carlos ha renunciado este lunes tras casi cuatro décadas. La ausencia de lazos de ambos con los diferentes sucesos que, desde hace un tiempo, vienen afectando a la popularidad de la Casa Real es una baza que podrán utilizar para reconquistar el afecto de los españoles que padece, según el Rey, “profundas cicatrices”.