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PREMIO CERVANTES

Elena Poniatowska centra su discurso en los más necesitados

Por Daniel Barcelona VinadelTiempo de lectura4 min
Cultura23-04-2014

Antes de nada, recordaba en su discurso la autora mexicana a Gabriel García Márquez. Decía Poniatowska de la vida y obra del Nobel colombiano que “antes de nuestro querido Gabo éramos los condenados de la tierra pero, con sus Cien años de soledad, García Márquez le dio alas a América Latina y es ese gran vuelo el que hoy nos envuelve, levanta y hace que nos crezcan flores en la cabeza”.

Elena Poniatowska es la cuarta mujer que recoge el Premio Cervantes en sus 39 ediciones. Sin embargo, es la primera que ha subido al púlpito del paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, ya que Ana María Matute estaba en silla de ruedas, María Zambrano no pudo asistir y Dulce María Loynaz envió a una persona para que la representara. Recordaba Poniatowska hoy a estas tres Marías como “mujeres que no tuvieron a quien encomendarse y sin embargo, hoy por hoy, son las mujeres de Cervantes”. Se presentaba ante la mirada de todos los allí presentes vestida con el traje tradicional mexicano rojo chillón y amarillo, realizado por las mujeres Juchitán del estado de Oaxaca y adornadas sus orejas con la magia de los pescaditos de oro que hacía y deshacía el coronel Aureliano Buendía al final de sus años en la mítica novela de Gabo. Antes de nada, recordaba en su discurso la autora mexicana a Gabriel García Márquez. Decía Poniatowska de la vida y obra del Nobel colombiano que “antes de nuestro querido Gabo éramos los condenados de la tierra pero, con sus Cien años de soledad, García Márquez le dio alas a América Latina y es ese gran vuelo el que hoy nos envuelve, levanta y hace que nos crezcan flores en la cabeza”. En su discurso ha reivindicado la obra y el pensamiento de una monja jerónima del siglo XVII, Sor Juana Inés, quien supo desde el primer momento que la única batalla que vale la pena es la del conocimiento. También ha tratado el omnipresente problema de la violencia en su México y la marcada huella cultural sobre ésta que tienen todos los mexicanos, lo que explicaba recordando unas rondas infantiles siempre referidas a la muerte. Ha dicho la Princesa Roja que “todavía hoy se mercan las tripas femeninas. El pasado 13 de abril, dos mujeres fueron asesinadas de varios tiros en la cabeza en Ciudad Juárez, una de 15 años y otra de 20, embarazada”. El otro gran foco de luz en su discurso lo ha puesto la autora de La Noche de Tlatelolco sobre la América indígena y desfavorecida. Ha recordado a esas gentes como se le quedaron grabadas en su infancia allí. “Descalzos, caminaban bajo su sombrero y su rebozo. Se escondían para que no se les viera la vergüenza en los ojos. Al servicio de los blancos, sus voces eran dulces y cantaban al preguntar: ¿No le molestaría enseñarme cómo quere que le sirva?” “Ningún acontecimiento más importante en mi vida profesional que este premio que el jurado del Cervantes otorga a una Sancho Panza femenina que no es Teresa Panza ni Dulcinea del Toboso, ni Maritornes, ni la princesa Micomicona que tanto le gustaba a Carlos Fuentes, sino una escritora que no puede hablar de molinos porque ya no los hay y en cambio lo hace de los andariegos comunes y corrientes que cargan su bolsa del mandado, su pico o su pala, duermen a la buena ventura y confían en una cronista impulsiva que retiene lo que le cuentan”. Terminaba Elena su relato contando una anécdota sobre su nieta, quizás el momento más emocionante de una ceremonia cargada de palabras sabias de quien ha vivido una parte muy importante de la historia reciente del mundo que quedan para el recuerdo de todos nosotros. “A mi hija Paula, su hija Luna, aquí presente, le preguntó: -Oye mamá, ¿y tú cuántos años tienes? Paula le dijo su edad y Luna insistió: -¿Antes o después de Cristo? es justo aclararle hoy a mi nieta, que soy una evangelista después de Cristo, que pertenezco a México y a una vida nacional que se escribe todos los días y todos los días se borra porque las hojas de papel de un periódico duran un día. Se las lleva el viento, terminan en la basura o empolvadas en las hemerotecas. Mi padre las usaba para prender la chimenea. A pesar de esto, mi padre preguntaba temprano en la mañana si había llegado el “Excélsior”, que entonces dirigía Julio Scherer García y leíamos en familia. Frida Kahlo, pintora, escritora e ícono mexicano dijo alguna vez: Espero alegre la salida y espero no volver jamás. A diferencia de ella, espero volver, volver, volver y ese es el sentido que he querido darle a mis 82 años. Pretendo subir al cielo y regresar con Cervantes de la mano para ayudarlo a repartir, como un escudero femenino, premios a los jóvenes que como yo hoy, 23 de abril de 2014, día internacional del libro, lleguen a Alcalá de Henares.”