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HAY FESTIVAL

Caballero Bonald, un personaje de ficción

Fotografía
Por Marta G. BrunoTiempo de lectura3 min
Cultura29-09-2013

El público le aclama. Sus palabras resuenan ante un teatro abarrotado. Es la fuerza de un hombre preocupado por la historia y por los que la sufren, obsesionado con el recuerdo y la esperanza. José Manuel Caballero Bonald, Premio Cervantes 2012, recupera la poesía en el Hay Festival de la literatura y las artes de Segovia como un género que para él es “captar que la realidad tiene un sentido propio”. Es la novela más real del superviviente en tiempos difíciles.

Si la literatura es ficción, el ser humano también lo es. La poesía puede ser aquello que el autor quiso ser y no fue, o un reducto donde se esconden los detalles autobiográficos más íntimos del que lo escribe. Y cuando la historia hace de las suyas puede hacer saltar versos tan profundos como Las adivinaciones (1952), firmados por un noctámbulo para el que el reflejo de la luna es sinónimo de libertad. Entra la noche como un vértigo 
por la ciudad desprevenida,
rasga las sábanas más tristes,
repta detrás de los cobardes,
ciega la cal y los cuchillos
y en el fragor de las palabras
entra también la noche. A José Manuel Caballero Bonald le salen las palabras como un transeúnte más de este paso por la vida. “Un ajuste de cuentas con la realidad” lo llama. Una mezcla entre música y matemáticas, en tanto que lo primero es una mezcla de ritmo, armonía y fonética y lo segundo una ordenación rigurosa de la estructura de las palabras. Un melancólico Bonald apareció este sábado ante el teatro Juan Bravo de Segovia como “un rebelde en busca de su propia palabra”, en palabras del también poeta Luis García Montero. La humildad que desprende choca con su talante de Premio Príncipe de Asturias. Un teatro abarrotado y ensimismado ante un escritor al que el paso del tiempo comienza a apagar, hasta que de él brota una fuerza sobrehumana al entonar los versos de su propia historia, la de un jerezano atizado por el periodo de entreguerras, como a tantos otros. No podía dormirme, oía como un fragor de manos tanteando en los cristales, como un advenimiento furtivo del peligro. Al fondo de la casa, en los arcones que nadie registró, crujían los papeles prohibidos (…) ¿todavía vendrán, irán golpeando con el fusil los muebles, la ceniza de las últimas letras desterradas? La pluma de Bonald escribe una mezcla de experiencia, de imitación de las hazañas de Espronceda, Juan Ramón Jiménez o Gerardo Diego, y de desahogo de una época de “opresión ambiental, de un atentado diario a la libertad”, una toma de conciencia que sólo llegó con su exilio voluntario de Colombia, donde “se recrudecieron los recuerdos que tenía de Jerez y se me agudizaron esos recuerdos”. “Tenía la obligación moral de contar la realidad social española”, asegura sin remordimientos. Escribo la palabra libertad, la extiendo sobre la piel dormida de mi patria. ¡Cuántas salpicaduras, ateridas entre sus letras indefensas, mojan de fe mis manos, las consagran de olvido! Son las tripas de Blanco de España, publicada en 1959 en la revista Mito de Bogotá. Entonces la clandestinidad era parte de su trabajo. Hoy este andaluz, antaño amigo del cante jondo y del flamenco cantado en la intimidad, tiene esa libertad que antes le faltaba para decir ante el público que hoy “algo está llegando al fondo de la degradación”. Siempre con ese punto irónico que le caracteriza y que lo hace aún más especial si cabe.