Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

CREAR EN UNO MISMO

De Wright a Steve Jobs

Fotografía
Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión16-01-2012

Al leer la biografía de un gran personaje público uno espera encontrarse con su grandeza y con sus miserias. Pero, si está bien escrita, la obra nos regalará el secreto de muchos otros grandes hombres, quizá con menos notoriedad pública. Resulta sorprendente y maravilloso descubrir infinidad de encuentros transformadores que nuestro personaje tuvo con otras personas a quienes les debe (les debemos) parte de lo que le hizo grande. La biografía que Walter Isaacson ha escrito sobre Steve Jobs es de esas, y quizá ésta no sea la única vez que les hable de esta obra. Stev Jobs creció en una casa -en un barrio- diseñado por el promotor inmobiliario Joseph Eichler; ya hay algún reportaje sobre el tema. Eichler tuvo la visión de construir viviendas baratas y sencillas para el estadounidense medio, inspiradas en la arquitectura del genial Frank Lloyd Wright, de forma que ofrecía viviendas baratas, sencillas y con un diseño muy limpio a personas con pocos recursos. Wright es el padre de la arquitectura orgánica y de los espacios definidos, que ofrecen una amplitud, luminosidad y apertura –una inspiración- mayor que la de los espacios cerrados. La influencia de aquel hogar, de aquel barrio, en los diseños de Apple que hoy todos disfrutamos resulta evidente. La cadena invisible que une a Wright con cada uno de nosotros, pasando por Eichler y Jobs, no tiene que ver con la genialidad única de tres tipos, sino, fundamentalmente, con la de uno solo. Jobs siempre ha reconocido que no tenía ningún reparo en robar -entiéndase bien esta expresión- las ideas y valores desarrollados por otros, para mejorarse a sí mismo y mejorar sus productos. El resto, en este punto concreto, se limitaron, sencillamente, a incorporar en sí mismos la grandeza de otros. Toda auténtica asimilación, por supuesto, no es pasiva. No es mera copia. Y conlleva dos frutos: el primero, incorporar la genialidad de otro dentro de nosotros, de forma que podemos llevarla siempre puesta; el segundo, aplicar esa genialidad a nuestras propias obras, y esto la hace nuestra y nos hace, asimismo, originales, en el sentido preciso de la expresión: nos retorna al origen de lo valioso. Asimilar la grandeza de otro exige atención, estudio, memoria, voluntad de asimilación y de aplicación constante. Nos exige, por un tiempo, dejarnos pensar por otros; o dejar que otros piensen dentro de nosotros (sin dejar de tomar nosotros, por supuesto, la decisión final). Pero esto, que exige trabajo, está al alcance de todos; mientras que buscar una supuesta genialidad interior, no influenciada por nadie, es una quimera. Esta es otra de las lecciones que aprendemos al repasar la vida de un grande. Su grandeza pasó por incorporar la de innumerables otros. Tomo nota: a elegir muy bien a quién dejo entrar en mi memoria del corazón para dejarle pensar conmigo cada día, dejando que mis obras se contagien de la genialidad de muchos otros.