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CREAR EN UNO MISMO

La responsabilidad creativa

Fotografía
Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión24-10-2011

En algún lugar del camino hemos perdido el sentido original de esta hermosa palabra: responsabilidad. Es mencionarla y cae sobre nosotros un peso de sombra, tristeza, carga, ataduras, aburrimiento y muerte. Como si la responsabilidad nos quitara la vida, como si ser responsables implicara matar nuestros sueños, creatividad y libertad. Parece que sólo han sobrevivido dos significados para esta palabra (los dos más utilizados por el pensamiento moderno): el primero, responsabilidad como deuda o culpa que debe ser satisfecha; el segundo, responsabilidad como cumplimiento estricto y preciso de una ley, norma o procedimiento. Ambos sentidos tienen que ver con la responsabilidad pero, aun bien entendidos, son sólo el aspecto más superficial de la misma y pueden esconder, en el fondo, una irresponsabilidad radical que mata las posibilidades de libertad y creatividad. Primer caso: pedir responsabilidades a quien no puede asumirlas es un acto irresponsable. Por más deuda o culpa que alguien tenga, si no puede asumirla, no podemos exigirla: la deuda quedará permanente insatisfecha y el deudor será anulado por la misma. Serán necesarios el perdón, o la gradualidad en la restitución de lo debido, o una combinación de ambos, para que las partes puedan generar valor en esa situación. Segundo caso: una persona puede cumplir exquisitamente un reglamento, una ley, un procedimiento y ser, precisamente por eso, muy irresponsable. Porque el reglamento ha sido creado para la generalidad, pero el hombre concreto se enfrenta en cada instante al caso particular. Cualquiera de nosotros que hemos llamado a un servicio de atención al cliente, o hemos acudido a las ventanillas de determinados organismos, tenemos experiencia de encontrarnos a personas incapaces de responder a nada que no venga en el manual de instrucciones. Les ofreceremos alternativas o soluciones creativas que sean mejores para todos, pero no las aceptarán. Esas personas no sólo quedan anuladas por el reglamento, sino que pueden encontrar en el reglamento la escusa y el escudo para justificar su falta de compromiso: “no me toca”. Cumplir el reglamento no sólo les impide ser responsables, sino que les proporciona la coartada para ser irresponsables. La responsabilidad, en su sentido original, es otra cosa. Es una característica propiamente humana precisamente porque exige creatividad y libertad sin límites preconcebidos, porque es capaz de unir a las personas (la responsabilidad es siempre co-responsabilidad) en la construcción de sueños, proyectos y valor a largo plazo. La responsabilidad es asumir un reto valioso como propio y empeñar todas nuestras capacidades para lograrlo. Por eso, la responsabilidad, antes que un deber (auto)impuesto, es el amor a un valor compartido, y antes que plegarse a un conjunto de normas, nos exige la creatividad y originalidad que sólo nosotros podemos aportar, en cada instante, para alcanzar ese valor soñado. En ese sentido original, cada vez de decidimos ser responsables empezamos a crear valor en nosotros mismos y para innumerables otros.