ORIENTE PRÓXIMO
La ofensiva diplomática de Estados Unidos fracasa por los atentados suicidas

Un carro de combate del Ejército israelí, en las calles de Ramala
Por Pablo Fernández
1 min
Internacional23-03-2002
El líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasir Arafat, debe frenar a su pueblo y acabar con los atentados si quiere conseguir el alto el fuego en los territorios ocupados. Pero el líder árabe no puede controlar a los suyos. Los tres atentados suicidas de la semana pasada han roto un posible entendimiento.
Estados Unidos ha emprendido una gran ofensiva para tratar de poner fin a la lucha entre israelíes y palestinos y lograr sentar frente a frente a los dos bandos. Primero presionó al primer ministro israelí, Ariel Sharon, para que diera marcha atrás a la ocupación militar de poblaciones palestinas por parte de su Ejército. Washington logró el repliegue parcial de los carros de combate y consiguió organizar unas conversaciones bilaterales. El pasado martes parecía que esos encuentros, auspiciados por el mediador, el ex general Anthony Zinni, y representantes de los servicios secretos estadounidenses (CIA), iban a desembocar en un alto el fuego y el inicio de conversaciones entre Sharon y Arafat. Había optimismo porque Estados Unidos creía tenerlo todo controlado: Israel estaba en sus manos, Arafat dispuesto a ceder y sobre la mesa el Plan Tenet, un proyecto de pacificación elaborado por la CIA en junio de 2001, que las dos partes aceptaban. Sólo debían ponerse de acuerdo en algunos puntos concretos. Pero había, y continúa existiendo, una cosa que Washington no puede dominar: La Intifada. Las delegaciones israelí y estadounidense exigieron el fin de los atentados integristas como condición fundamental para decretar el alto el fuego. Pero el líder de la OLP no pudo cumplirla y las muertes se sucedieron. Entre el pasado martes, día de inicio de las reuniones, y el viernes los radicales palestinos cometieron tres atentados suicidas que sacudieron las esperanzas de lograr algo firme. Yasir Arafat no controla a su pueblo, su liderazgo ya no es tan firme como antaño y por eso cada vez resulta más complicado hacer que, mediante una simple orden desde un despacho, los terroristas y agitadores aparquen la violencia.