TOROS
Luis Francisco Esplá, una despedida a lo grande
Por Almudena Hernández
2 min
Espectáculos05-06-2009
Hasta Morante de la Puebla pensó que la ovación que dedicó el público al maestro tras romperse el paseíllo iba por él. Mientras Sebastián Castella aguardaba prudente a que Luis Francisco Esplá saludase a los tendidos madrileños, el sevillano hizo de tripas corazón y se puso a hacer que daba palmas al alicantino. Así comenzó el espectáculo.
En el granito gris venteño fans y ultras, partidarios y detractores, taurinos y claveleros y, menos mal, aficionados, aguardaban su momento para aplaudir. Luis Francisco Esplá estuvo como siempre: atento al discurrir de la lidia, como buen conocedor de que la faena también comienza recibiendo al toro, cuidando que la suerte de varas se produzca con buen tino, evitando que se regalen capotazos fortuitos durante la brega, etcétera, etcétera. Ocurrió todo eso, como siempre, salvo con una diferencia. Durante una buena etapa de su trayectoria profesional Esplá -que supera la treintena como matador de toros- se acarteló con ganaderías de las consideradas duras. El 5 de junio de 2009 -¿Qué pensará José Tomás en su aniversario triunfal de aquello también histórico que ocurrió en Madrid?- el maestro Esplá se citaba con los toros que ahora demandan las figuras, esos toros que, cuando pasan los reconocimientos veterinarios y no se caen por el suelo, suelen permitir un toreo templado y artista. Y así ocurrió, para sorpresa de los fans y ultras, partidarios y detractores, taurinos, claveleros y aficionados que llenaron a rebosar el granito venteño: que toreros como Esplá también saben torear como el que mejor y llegar a los tendidos y emocionar a la concurrencia. Tuvo la suerte, bien es verdad, que le salió un segundo toro de Victoriano del Río que fue clave para su gloria triunfal. Se llamaba Beato, pesó 620 kilos y fue premiado -esto también es noticia- con la vuelta al ruedo. Esplá, no muy grande de estatura pero sí de corazón, se reía sin parar. No daba crédito a que aquella mole de pelo colorado fuese la inmensa guinda a una carrera de sangre sudor y lágrimas. Es cierto que el veterano matador también estuvo presente en otra histórica tarde, la denominada Corrida del siglo. Para quienes no se acuerden, que los hay, ocurrió en 1992, en Las Ventas además. El ganadero, Victorino Martín, y los tres toreros -Ruiz Miguel, Palomar y el citado Esplá- salieron a hombros. Y lo que Beato anunciaba en sus arrancadas nobles alegres y bravas parecía ser una segunda parte de aquello. El torero citaba, cruzado al pitón contrario, y el animal insistía en su bravura, repitiendo, haciendo el avión, y así una tanda, y otra, y otra más... El maestro bajaba la mano y Beato hacía mérito para alcanzar los altares. Y el maestro se tiró a matar. Y hundió una entera en aquella altura de animal. Y por las alturas salió Luis Francisco Esplá en hombros, por la Puerta de Madrid, mientras el resto de toreros, mundanos mortales -la víspera y, seguramente mañana, figuras- cruzaban a pie el albero de la primera plaza del mundo. Ese día, otro 5 de junio, Madrid sólo tenía ojos para el maestro Luis Francisco, que se despidió como los grandes, a lo idem.