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ORIENTE PRÓXIMO

La charada americana de Netanyahu

Por Luis Miguel L. FarracesTiempo de lectura2 min
Internacional24-05-2009

La pasada semana pudo verse una prueba más de que las cosas poco van a cambiar en Oriente Próximo tras la victoria electoral de Benjamin Netanyahu. El primer ministro israelí visitó Washington para encontrarse con el presidente estadounidense, Barack Obama. Ambos mandatarios mantuvieron una dilatada reunión en la que Netanyahu eludió adquirir compromisos por la paz con la parte palestina. Apenas dos días después, el premier mostró sus verdaderas cartas ya en Jerusalén.

En Washington, Obama recordó a Netanyahu que Israel tiene la obligación de detener la construcción de los asentamientos en territorio palestino, según lo estipulado en la Hoja de Ruta acordada en 2003. Asimismo, la presión del presidente americano arrancó una declaración del premier israelí lo suficientemente ambigua como para caer en el olvido unos días después: Netanyahu reconoció el derecho del pueblo palestino a gobernarse a sí mismo. Eso sí, eludió cualquier mención a la creación de un Estado propio. El rechazo a una independecia palestina real no fue ninguna sorpresa. Horas antes de la partida de primer ministro israelí a Washington, una fuente del Gobierno consultada por Efe y que prefirió permanecer en el anonimato ya confirmó el secreto a voces del eje de la política doméstica de Netanyahu. “El primer ministro plantea que los palestinos tengan en el futuro todos los poderes, salvo aquellos que dañen la seguridad nacional de Israel, pero no un Estado soberano que pueda suponer que los guardianes de la revolución iraní estuviesen al otro lado de nuestra frontera”, aseguraban las fuentes. Apenas dos días después de las poses comedidas de Netanyahu en Washington, el primer ministro israelí visitó Jerusalén para quitarse la máscara de la diplomacia internacional y realizar una verdadera declaración de intenciones. Con motivo del Día de Jerusalén, festividad en la que se conmemora la anexión del sector árabe de la urbe en la Guerra de los Seis Días de 1967, Netanyahu afirmó que la ciudad permanecerá siempre como capital de Israel y jamás será dividida. "Jerusalén unida es la capital de Israel. Jerusalén fue y siempre será nuestra. Nunca más debe dividirse", afirmó. Unas declaraciones claramente enfrentadas con contenidos clave de la Hoja de Ruta cuya existencia le había recordado Obama 48 horas antes. Para maquillar algo su controvertida posición internacional, Netanyahu hizo al menos una tímida concesión: expulsó a una treintena de personas de Fuerte Esther, una colonia ilegal israelí en una colina de Cisjordania. Eso sí, horas después de que la Policía derribara el asentamiento, otro grupo de colonos ya lo estaba reconstruyendo.