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EUROCOPA 2008

Rusia y Turquía adornaron el torneo con buen juego y fe

Por LaSemana.esTiempo de lectura2 min
Deportes29-06-2008

La Eurocopa de Austria y Suiza ha dejado para la historia la brillante actuación de dos selecciones, Rusia y Turquía, que pese a no llegar a la final enamoraron a media Europa. Los dos se quedaron en semifinales y fueron las revelaciones del torneo.

Rusia Los rusos encontraron el camino de la victoria de la mano de Guus Hiddink, un experto en llevar selecciones modestas a la gloria. El entrenador holandés sometió a sus jugadores a un estricto plan físico, que les hizo perder varios kilos de peso y les puso a punto para convertirse en una potente apisonadora. El hecho de que la liga rusa esté a mitad de temporada también contribuyó a que ninguna otra selección pudiera igualar a los de Hiddink en resistencia y velocidad. Pero el éxito de este combinado se basa, principalmente, en la magia de Andrei Arshavin. El media punta del Zenit de San Petersburgo, por el que ya se pelean varios grandes, no pudo disputar los dos primeros partidos, sancionado. Sin embargo, en los siguientes dio toda una lección de imaginación, desborde, visión de juego y olfato de gol. El fue el motor de una Rusia que pasó por encima de Suecia y Holanda y que sólo sucumbió ante una España desatada, que jugó el mejor partido de toda la Eurocopa. En esta ocasión, las semifinales fueron el tope. Pero la juventud de sus jugadores y la presencia de Hiddink en el banquillo asegura que tendrán más oportunidades. Turquía El combinado otomano recordó a las selecciones más potentes, como hizo Grecia cuatro años atrás, que en el fútbol se pueden lograr las hazañas más impensables si se tiene la fe y el coraje suficientes. Los turcos de convirtieron en unos expertos en salir airosos de las adversidades pese a nadar contra corriente. Para empezar, perdieron a su cerebro, Emre Belozoglu, lesionado antes del torneo. Después, el resto de jugadores fueron cayendo, por lesión o sanción, hasta quedarse en sólo 12 y dos porteros para disputar la semifinal contra Alemania. Ello no fue ningún obstáculo. Turquía encontró dos nuevas almas: primero Nihat Kahveci, artífice de las sucesivas remontadas hasta su lesión, y después a Hamit Altintop, un auténtico todoterreno que fue una pesadilla para sus rivales en todas las posiciones que jugó. Sin tener jugadores de depurada técnica, los turcos cubrieron sus carencias con brega, juego directo y voluntad. Sólo el hecho de haber perdido a demasiados defensores le apartó de la final, pues Alemania superó a la zaga otomana en las pocas veces que atacó. Pese a ello, una selección modesta como la turca puede presumir de haber tenido pasmado ante el televisor a todo el continente.