RELIGIÓN
El Papa resalta que la confesión debe ser un encuentro personal con Dios
Por Esteban del Pozo
2 min
Sociedad16-03-2008
Ríos de tinta han corrido denunciando la ampliación del listado de pecados por parte de la Iglesia Católica. Pero ni se ha producido ni tiene visos de cambiar, por lo menos a corto y medio plazo. Ni se va a ampliar la lista de pecados capitales ni se va a abrir ninguna otra sobre pecados sociales.
Toda la polémica surgió a raíz de una entrevista a moseñor Gianfranco Girotti, obispo regente del tribunal de la Penitenciaría Apostólica, publicada por L´Osservatora Romano el 9 de marzo. El Cardenal, en respuesta a la pregunta sobre cuáles le parecía los principales pecados actuales, afirmó que en "el área de la bioética" se están produciendo "algunas violaciones de los derechos fundamentales de la naturaleza humana, a través de experimentos, manipulaciones genéticas, cuyos efectos es difícil prever y controlar", la droga "debilita la psique y oscurece la inteligencia, dejando a muchos jóvenes fuera del circuito eclesial", y las "desigualdades sociales y económicas, por las que los pobres se hacen cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos, alimentando una insostenible justicia social", además, "el área de la ecología, que reviste hoy un importante interés". Esto no quiere decir que se vayan a sumar a los siete pecados capitales pronunciados por Gregorio I, la soberbia, la envidia, la gula, la lujuria, la ira, la avaricia y la pereza, ningún otro. El significado de estas palabras es que son sólo una de las formas más comunes en que el pecado se presenta en la sociedad. Todo lo que sea ir contra la naturaleza de la persona y por tanto contra su dignidad está considerado como un mal por la Iglesia Católica. Según la posición católica, cualquier acto que no se adecue a la verdad de la persona le reduce la libertad y le esclaviza. Se ve claro en el caso de la droga, la persona es libre para escoger si consumir o no, pero si decide tomarlas poco a poco te esclaviza porque crea una adicción que es contraria a la dignidad humana. Que el bien y el mal están presentes en nuestro día a día es algo innegable. Que todos tenemos fallos es rigurosamente cierto, pero que el reconocerlo e intentar enmendarlos nos puede hacer escapar del mal es también indudable. Para ello el catolicismo se sirve del sacramento de la confesión. El mismo Girotti hizo referencia a la crisis que este dentro del mundo católico. También el Papa Benedicto XVI reconoció esta situación, lamentando que el mundo de hoy esté perdiendo "cada vez más el sentido del pecado". Por esta razón, su santidad recordó que la confesión no consiste sólo en la acusación de los pecados sino que, sobre todo, se trata "de un encuentro personal con Dios". "Cualquier pecado que se cometa, si se reconoce humildemente" y se confiesa, lleva a experimentar "la alegría pacificadora del perdón de Dios", señaló.