KOSOVO
Kosovo, entre serbios y albaneses
Por LaSemana.es
3 min
Internacional17-02-2008
La proclamación de independencia por parte de Kosovo la pasada semana pareció ser el último capítulo del más tardío drama de los Balcanes. Un drama en torno a dos antagonistas, los serbios, que consideran a Kosovo como la cuna de su identidad; y los albaneses, que reclaman su clara mayoría demográfica como justificación para la autodeterminación.
Pese a que en Kosovo el número de albaneses es hoy en día de unos dos millones de personas (el 88 por ciento de la población total), a principios del pasado siglo los serbios constituían la mayoría étnica de la zona con un 60 por ciento. No en vano, la región había estado históricamente ligada al destino de Serbia durante los últimos siglos. Fue precisamente allí donde se libró la conocida Batalla de Kosovo, considerada en Belgrado como el germen de la identidad del pueblo serbio, que enfrentó a un Imperio Otomano en expansión y a un ejército de eslavos cristianos residentes en la región. Los serbios perdieron la batalla, pero hoy en día lo consideran como el inicio de la lucha por la independencia de su país. Por aquellos años, la mayoría serbia de la región era indiscutible, aunque también había instalada una pequeña minoría albanesa. Pero poco a poco, las continuas guerras de los estados europeos contra los otomanos, especialmente por Austria, con quienes los serbios solían aliarse para expulsar a los invasores, cambiaron la configuración racial del mapa de Kosovo. Las derrotas infringidas una y otra vez a los aliados occidentales fueron motivando una migración serbia hacia el norte, mientras que los albaneses residentes en la actual Albania, aliados de los otomanos, fueron ocupando poco a poco el territorio y su presencia comenzó a crecer. Pese a que Kosovo se consideró hasta bien entrado el siglo XX como una parte de Serbia, el primer choque entre serbios y albaneses en la región tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial. En 1941 las fuerzas del Eje entregaron el control de la región a Albania, que marginó a una población serbia en decadencia. Así, guerrillas nacionalistas albanesas comenzaron a atacar poblaciones serbias provocando 10.000 muertes y decenas de miles de refugiados, hecho que provocó que los albaneses comenzaran a ser la etnia mayoritaria en la región. Desde entonces, el sentimiento nacionalista albanés fue en aumento, al ser uno de los pocos pueblos no eslavos dentro de Yugoslavia. Durante el mandato del mariscal Josip Tito el nacionalismo albanés, como todo otro dentro del país, fue controlado mediante represión. Pero a la muerte de éste y la llegada al poder de Slobodan Milosevic a finales de los años 80, el movimiento separatista albanés creció de manera desmesurada por los intentos del Gobierno de ningunear políticamente a la población albanesa de la región, de abolir su autonomía de Serbia y de tratar de restablecer a los refugiados serbios de principios de siglo de nuevo en Kosovo. Pese a no participar de las guerras de desintegración de la Antigua Yugoslavia a principios de los 90, el nacionalismo kosovar explotó a finales de la década con la creación del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) que comenzó a operar como una guerrilla contra los civiles serbios de la región. A las agresiones del ELK, el Ejército serbio contestó con dureza mediante la destrucción de aldeas enteras y que no hizo sino recrudecer la violencia a ambos lados de la trinchera, donde el objetivo claro era borrar del mapa de Kosovo al otro grupo étnico. Ante la escalada de violencia, la OTAN decidió intervenir mediante bombardeos en 1999 con el objetivo de expulsar a los serbios de la región y desplegar un contingente militar para permitir a los refugiados albaneses volver a sus hogares. Desde la invasión de la OTAN, no autorizada por Naciones Unidas, la propia ONU reconoció a Kosovo como parte de Serbia aunque anuló la soberanía de Belgrado sobre la región. Así, Naciones Unidas creó y administró de la nada un distrito independiente mediante la organización de nuevos organismos públicos y burocracia que actuaba como un territorio independiente pero que, según los acuerdos que pusieron fin a la guerra de Kosovo, debería seguir formando parte de Serbia y, al menos en teoría, ésta debería retomar su control algún día. Sin embargo, los esfuerzos de la ONU para devolver la provincia a Serbia fueron inútiles, y su propuesta de nuevo estatus para la región, que pretendía una amplísima autonomía para Kosovo pero bajo bandera de Serbia, fue rechazado por los albanokosovares, que sólo aceptarían la plena independencia.