KOSOVO
Kosovo proclama su independencia de forma unilateral

Por Miguel Martorell
4 min
Internacional17-02-2008
Kosovo ya es independiente. La provincia de la antigua Yugoslavia que todavía permanecía unida a Serbia se ha escindido con una proclamación unilateral del Parlamento kosovar que es respaldada por la UE y Estados Unidos. El miedo de la Comunidad Internacional es que esta provincia de mayoría albanokosovar se transforme en un nuevo reducto de limpiezas étnicas y odio; en una nueva caja de Pandora que desestabilice los Balcanes.
Nada queda ya de la Gran Serbia soñada por el fallecido Slobodan Milosevic, después de que Eslovenia, Croacia, Macedonia, Montenegro, Bosnia y, ahora, Kosovo, decidieran continuar su camino por separado. La escisión de Kosovo es el resultado de dos años de lucha de su mayoría albanokosovar, que ha logrado finalmente ser avalada por la Comunidad Internacional pese a la negativa de Serbia y Rusia. Esa región que los serbios consideran la cuna de su nación -donde, de hecho, se hallan sus templos más antiguos, de la era bizantina- y donde comenzó la guerra de los Balcanes en 1989 tras la supresión de la autonomía kosovar, es ahora un nuevo Estado independiente que inicia su andadura con cautela y con muchos recelos. El primer ministro kosovar, el que un día fue un carismático líder guerrillero, Hashim Thaçi, llevaba semanas advirtiendo de que el Parlamento proclamaría la independencia de Kosovo, a pesar de las amenazas de Serbia y por encima de los recelos de ciertos países de la UE, que no quieren que esta región se transforme en un ejemplo a seguir por otros movimientos independentistas en su seno. En una sesión extraordinaria del Parlamento kosovar, el primer ministro recordó que las negociaciones con Serbia sobre la independencia han resultado un fracaso y que la región se ha visto obligada a tomar la decisión de forma unilateral. En Belgrado, la oferta más alta era una autonomía completa de Kosovo, y en Pristina la exigencia mínima era la independencia. Mientras en Serbia se considera la independencia de Kosovo una “declaración falsa” y sin validez jurídica, en la región albanokosovar miles de personas tomaban las calles con banderas albanesas y estadounidenses -uno de los principales artífices de su independencia- para celebrar con júbilo el nuevo estatus que tendrá a partir de ahora esta antigua región serbia. Sin embargo, los cerca de 120.000 serbios que habitan Kosovo no parecían tan entusiasmados por la independencia. Thaçi prometió velar por la seguridad e igualdad de los serbios en Kosovo y de hecho ha creado un departamento dentro del Gobierno dedicado exclusivamente a estas labores, pero no es suficiente para apaciguar la desconfianza de parte de la población. Los serbios en Kosovo todavía recuerdan que 200.000 de los suyos abandonaron la región a partir de 1999, cuando los radicales albanokosovares se dedicaron a vengar sanguinariamente los crímenes de guerra que había cometido Milosevic. Aunque la ONU y la UE han desplegado misiones civiles y militares para evitar un nuevo conflicto, el estado de ánimo general entre los serbios de Kosovo es de tensa calma. Y lo cierto es que los albanokosovares tampoco han olvidado quién orquestó las matanzas y qué nacionalidad les persiguió durante la guerra de los Balcanes. Ese es el principal argumento que en Kosovo, y en la propia UE, se esgrime para avalar la independencia: el sufrimiento del pueblo de Kosovo durante el sangriento conflicto de la década de 1990. Dado que el apoyo de Rusia de poco le servirá para hacer frente a la independencia de Kosovo y al aval de EE.UU. y la UE, el Gobierno serbio ha optado por mantener la lucha por otro frente. Delegaciones de Belgrado se han desplazado a la antigua provincia para demandar a los serbios que no abandonen la región a cambio de subvenciones y ayudas a las empresas. El fin de esta iniciativa es mantener la presencia serbia en Kosovo por la vía económica, algo que en el siglo XXI suele ser más efectivo que recurrir a las armas. En todo caso, si la independencia de Kosovo no se transforma en un sangriento conflicto armado o en una limpieza étnica por parte de los albanokosovares de la minoría serbia en la región, los expertos vaticinan un próspero futuro económico a esta antigua provincia serbia, actualmente una de las más subdesarrolladas de Europa. Con un PIB per capita de 1.500 euros anuales y un crecimiento del tres por ciento, lo cierto es que el nuevo Estado tendrá difícil sacar adelante el progreso de sus ciudadanos, que, con una tasa de paro del 40 por ciento en algunas partes del país, dependen en muchos casos de la ayuda económica de los emigrantes. La gran baza de Kosovo es su riqueza mineral, que podría derivar, si se reconstruye la malograda situación energética del país -con frecuentes cortes de luz- en un crecimiento anual cercano al diez por ciento anual, muy por encima del cinco por ciento de Serbia. Todo ello si la independencia no trae consigo un conflicto armado y que Kosovo se vuelva a transformar en un polvorín.