BIRMANIA
Una historia llena de espejismos de libertad
Por Luis Miguel L. Farraces
3 min
Internacional30-09-2007
Las protestas pacifistas y las violentas acciones represivas por parte de la Junta Militar que se viven en Birmania están lejos de ser una novedad en el país. Las dos caras de la moneda política de Rangún vienen chocando sistemáticamente desde hace más de 50 años. Con medio siglo de régimen militar a sus espaldas, el de ahora es el enésimo intento de los demócratas birmanos de conseguir poner en marcha una transición democrática y llamar la atención de la Comunidad Internacional. Sin embargo, aún está por ver si ésta será la intentona definitiva o será otro espejismo más para un pueblo con ansias de libertad.
Ex protectorado británico hasta la revuelta independentista de 1948, la cual resultó ser el primero de los espejismos de las ansias de libertad del pueblo, Birmania no tardaría mucho en convertirse en uno de los pequeños países asiáticos que cayó al otro lado del Telón de Acero. En 1962, justo cuando el experimentado diplomático birmano U Thant se convirtió en el tercer secretario general de Naciones Unidas, el país sufrió un golpe de Estado que instauraría un régimen comunista prolongado durante más de 20 años. Durante la era socialista, Birmania estuvo tutelada con mano de hierro sucesivamente por los generales Ne Win y San Yun, en lo que fue una dictadura comunista de corte militar que como cabía de esperar no se correspondió con las quimeras de libertad de 1948. Los disidentes y las minorías étnicas del país fueron los objetivos más recurrentes del politburó y el sistema represivo durante prácticamente 30 años. Uno de los ejemplos más crudos de la represión tuvo lugar en 1974 precisamente durante el funeral de U Thant, el cual aprovecharon centenares de disidentes para protestar por la violación sistemática de los Derechos Humanos. La respuesta del Gobierno fue la de dispersar brutalmente a los manifestantes echando mano del Ejército, que se apoderó de las calles durante días. Sin embargo, con un panorama claramente adverso, las esperanzas de los demócratas birmanos renacieron en 1988, cuando, en plena crisis económica, los estudiantes de la Universidad de Rangún desafiaron el statu quo y encendieron la llama de un movimiento pacifista y pro libertades conocido como Alzamiento 8888 (por comenzar sus actividades el ocho de agosto de 1988). Miles de personas secundaron entonces el que sería el segundo de los espejismos de la vida política reciente de Birmania. Lejos de conseguir el golpe de efecto deseado, el convulso momento fue aprovechado por la facción dura del régimen para dar un golpe de Estado, hacerse con el poder y servirse de la Tatmadaw (las Fuerzas Armadas birmanas) para reprimir las protestas asesinando a miles de personas, la mayoría de ellas estudiantes y monjes. Tras el sofocamiento de las manifestaciones, la nueva Junta decretó la ley marcial para todo el país. Elecciones anuladas La tercera de las ilusiones de libertad birmanas tuvo lugar en 1990, cuando la Junta convocó elecciones libres después de 30 años. En los comicios, la Liga Democrática Birmana, el partido de Aung San Suu Kyi (premio Nobel de la paz y lider pacifista del país) arrasó tras obtener más del 80 por ciento de los sufragios. Sin embargó, la Junta anuló los resultados y se mostró poco dispuesta a apearse del poder. Desde entonces, Aung Sab Suu Kyi ha vivido prácticamente toda su vida bajo arresto domiciliario. Durante las protestas de las pasadas semanas, la primera ministra electa ha sido trasladada a una zona especial de seguridad. Desde las elecciones de 1990 la Junta ha amparado diversas conversaciones entre los diferentes partidos pero ha rechazado cualquier tipo de intento de transición democrática. Hoy las protestas a lo largo de todo el país y el enfoque de la prensa internacional hacia Birmania son un nuevo ápice de esperanza para los disidentes. De ellos y de la Comunidad Internacional depende ahora si este órdago lanzado con el cuarto sueño democrático en el último siglo sale vencedor. Algo que pese a todo no parece tan claro pese a que la ONU haya manifestado varias veces su intención de juzgar en el Tribunal Internacional de La Haya a los principales miembros de la Junta. Con China en el Consejo de Seguridad, siendo el primer socio comercial del Gobierno birmano, que incluso ha cedido una isla a Pekín para instalar una base militar, y con un puñado de multinacionales occidentales operando en el país pese al embargo comercial -debido a la abundante mano de obra barata-, el conflicto de intereses estará muy presente en la decisión o indecisión para actuar.