GALARDONES
La poesía se viste de gala
Por María Ayuda2 min
Cultura24-12-2006
Sin artificio, ni grandes montajes, tal y como nació la poesía, se presentaban a una nueva edición del Premio Adonáis los jóvenes aspirantes. El galardón, creado en 1943, al mismo tiempo que la colección que le daba nombre, nació para contrarrestar la creciente oficialidad de la poesía. Bajo el sello de la editorial Biblioteca Hispánica, regida por Juan Guerrero Ruiz, se pretendía ofrecer un nuevo espacio donde reflejar las nuevas tendencias de la poesía.
A pesar de que en 1946, las Ediciones Rialp fueran las encargadas de tomar el relevo en esta misión, el premio Adonáis puede presumir de ser uno de los más estables del panorama literario español. No en vano cumple este año sus sesenta ediciones. Y ha sido el salvadoreño George Alexander Portillo quien lo ha conseguido. Su Breve historia del Alba fue considerada la mejor para el jurado compuesto por nombres como Carmelo Guillén Acosta, Diego Jesús Jiménez o Julio Martínez Mesanza. El libro ganador es fruto de una dura etapa en la vida del escritor. "En él hablo de la visión que yo tenía cuando lo escribí, durante una etapa muy dura de mi vida, un periodo de depresión. El libro refleja cómo se va de la tarde a la oscuridad y luego a la leve luz que anuncia el día y apunta la salida", explica Portillo. Le siguieron de cerca, Francisco Onieva con Perímetros de la tarde y Antonio Praena con Poemas para mi hermana, que quedaron por detrás, pero consiguieron los Accésits. Días después, conocíamos el nombre del ganador de otro de los concursos más importantes de poesía, el Premio Generación del 27. En esta ocasión, el director de Centro 27, Julio Neira, encargado de la organización del evento, puso en manos de un extenso jurado, entre los que se encontraba Juan José Lanz como portavoz, más de 169 obras procedentes de España y países latinoamericanos como Argentina, Chile, Uruguay o Costa Rica. De entre los 13 finalistas seleccionados, Carlos Pardo, fue quien consiguió el galardón, con su libro El trabajo en lo echado a perder. Un trabajo titulado así por "la sensación de trabajar en algo caduco, como la poesía, en un mundo en el que vivimos con trabajos precarios y fragmentado. Por eso he empleado un cierto tono irónico para expresarme", explicaba el autor. Por su parte, Lanz como miembro del jurado, destacaba la enorme novedad del trabajo ganador ya que es "la propia voz del poeta y el resultado estético, los que convierten el libro en muy original tanto en la forma como en lo relativo al tema".