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ORIENTE PRÓXIMO

El G-8 pide el fin de la violencia en la región

Por Salva Martínez MásTiempo de lectura2 min
Internacional16-07-2006

El G-8 solicitó, la semana pasada, el cese de la violencia a las partes implicadas en la escalada de violencia que vive Oriente Próximo. Esta declaración conjunta contrasta con una falta de consenso existente entre los ocho países más industrializados del mundo antes de que comenzara la Cumbre anual celebrada en San Petersburgo durante los últimos días de la semana pasada.

El Consejo de Seguridad de la ONU vivía, el jueves pasado, uno de esos momentos en los que se materializa la relación de alianza fuerte de las administraciones de EE.UU. e Israel. Ese día, los representantes estadounidenses en el órgano internacional que vela por la seguridad mundial hacían uso de su derecho a veto para acabar con toda posibilidad de que prospere un proyecto de resolución cuyo texto pretendía que el Ejército israelí se retire de Gaza, renuncie a la utilización desproporcionada de la fuerza, y que Israel libere a los responsables palestinos presos en las cárceles israelíes. Estados Unidos juzgó de "inoportuno y desfasado" el texto debido a la escalada de violencia que protagonizan Israel y los islamistas chiíes libaneses del Partido de Dios: Hezbolá. Que la situación regional cambiara tras el ataque de Hezbolá a una patrulla israelí el pasado miércoles tuvo como consecuencia una clara diferenciación entre Unión Europea y Estados Unidos. Pero esta sólo duró unos días. En un primer momento, el presidente estadounidense, George W. Bush, aseguró que "Israel tiene derecho a defenderse" de Hezbolá, un grupo parlamentario islamista con una milicia armada que Bush describió como un "grupo de terroristas que quieren parar el avance de la paz" en Oriente Próximo. Al mismo tiempo, la Presidencia del Consejo de la Unión Europea firmó una declaración institucional según la cual la UE daba cuenta de su "preocupación por el uso desproporcionado de la fuerza" llevado a cabo por Israel. Francia, un importante miembro en la diplomacia europea, fue más lejos que la Presidencia europea, cuando su jefe de Estado, Jacques Chirac, aseguraba que había "una voluntad de destruir Líbano, sus infraestructuras, sus carreteras y sus comunicaciones". En la misma línea se pronunció el Kremlin dos días antes de que el presidente ruso, Vladímir Putin, hiciera de anfitrión ante los otros siete miembros del G-8. "No se puede justificar la destrucción de las infraestructuras en Líbano y en el territorio palestino", se leía en una declaración oficial rusa. Sin embargo, las diferencias existentes entre EE.UU. y Francia y Rusia, los dos mejores ejemplos de esos miembros del G-8 -y de la Comunidad Internacional- que no aceptan la política de represión militar israelí, no impidieron que se llegara a un acuerdo de mínimos. El último día de la semana pasada los miembros del grupo de países más industrializados del mundo declararon que "la prioridad más urgente en la región” es crear las condiciones para el fin de la violencia". Por esa razón solicitaron la liberación de los soldados secuestrados por Hezbolá el pasado miércoles, el fin de los bombardeos israelíes y de las operaciones militares de Israel en Líbano y, en Gaza, la retirada rápida de las fuerzas militares de Israel y la liberación de los miembros del Ejecutivo palestino y los parlamentarios del Consejo Legislativo Palestino secuestrados por el Ejército israelí hace un par de semanas.