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Fraga: todo, menos indiferencia

Por Amalia CasadoTiempo de lectura2 min
España21-10-2001

En la palma de su mano está parte de la historia reciente de España. La trayectoria vital de Don Manuel es la de muchos ciudadanos y sólo quienes le conocen o conocieron pueden hablar de él con conocimiento de causa.

Un hombre difícil de definir. Genera adhesiones apasionadas y pasionales rechazos. Marcado por su presencia en el régimen franquista, decidió volcar su carrera política en Galicia una vez fracasado su proyecto personal en el partido de centro derecha que es hoy el Partido Popular. Dejó las cosas atadas con José María Aznar después de que varios nudos resultaran ser corredizos y sin éxito. Inteligencia, capacidad de trabajo, seguridad en sí mismo y vitalidad son cualidades que no disminuyen aunque pasen los años. Una de las líneas de la mano de la Historia de España es la suya personal. Tacharlo de baluarte de lo más conservador de la derecha de España es inútil porque a Fraga le precede su relación con sus paisanos, su estar campechano y su cercanía populista en el mejor sentido de la palabra. Político escritor, ministro franquista, padre de la Constitución, fundador de Alianza Popular –hoy, Partido Popular-, presidente de la Xunta desde 1989. Emigró a Cuba cuando era pequeño. Había nacido en 1922 en un pueblo de Lugo que tiene por nombre Villalba. Ciencias Políticas y Económicas fueron sus estudios iniciales, licenciaturas en las que luego se doctoró y enseñó. Nadie entraba tarde a sus clases de tarima a las que acudía con guardaespaldas que cuidaban la puerta. Con Franco fue ministro de Información y Turismo, y elaboró la Ley de Prensa e Imprenta de 1966 y el Estatuto de Publicidad. El hombre que puso en marcha la red de Paradores Nacionales fue también embajador en Reino Unido y miembro del primer Gobierno de la Monarquía una vez muerto Franco. Desde su cartera como ministro de Asuntos del Interior y de la Gobernación impulsó la legalización de asociaciones y partidos políticos consideradas ilegales hasta entonces, cuando sólo era posible organizarse socialmente dentro de las estructuras establecidas por el Movimiento Nacional. Su giro a los planteamientos democráticos es indudable aunque la oposición ha querido atacar su candidatura –vencedora por cuarta vez consecutiva a pesar de la edad de este hombre incombustible-, precisamente, presentándolo como el reductor más rancio del conservadurismo. Dicen de él que duerme poco y trabaja mucho. Que el Estado le cabe en la cabeza. Ha vuelto a ganar unas elecciones autonómicas. Aunque cojea cuando camina, el respaldo popular a este monstruo de la Historia política de España no flaquea.