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SER UNIVERSITARIO

El peso de la LOE

Fotografía
Por Álvaro AbellánTiempo de lectura4 min
Opinión30-10-2005

Es un dogma asimilado el que “controlar la educación de un país significa controlar su futuro”. Alegatos indiscutibles como éste son los que deben despertar el espíritu crítico del universitario: bajo una afirmación rotundamente aplaudida por todos asoma la posibilidad de un prejuicio cultural. Ortega y Gasset solía decir sobre la educación justo lo contrario: no es la escuela la que hace grande a un país, sino que precisamente porque el país es grande, su escuela también lo es, y viceversa. Así podemos entender mejor la razón de ser de esta LOE que el PSOE “propone” en contra de casi toda la comunidad educativa y sin diálogo con padres, colegios, profesores, sindicatos ni Iglesia. Esta LOE no es un proyecto para que España sea grande en dos o tres generaciones; más bien es un procedimiento miope condenado al vaivén electoral que refleja, en este caso, los complejos de una parte de la izquierda española que a estas alturas del partido aún se siente orgullosa de ser roja. La LOE supone des-vertebrar la educación de España; reflejo de la des-vertebración política del PSOE que se ha plasmado también en el gran problema nacional -inventado por los políticos- llamado Estatut. Una educación que refuerza las diferencias regionales y elimina el corpus común, es una educación que niega el espacio natural del diálogo -lo común, lo compartido, lo que nos une- entre los pueblos de España. Aquel complejo de la izquierda -también presente en la LOGSE- llamado igualitarismo es otro de los causantes de esta ley. Para esta izquierda trasnochada, todos los hombres (y mujeres) son iguales. Ojo, no iguales en dignidad -viejo descubrimiento cristiano muy actual, pero anterior a la aparición de la izquierda-, sino iguales en todo: en inteligencia, en madurez, en capacidades, en posibilidades, etc. Por eso cometen siempre la grave injusticia de tratar por igual a lo que es distinto: la ley mantiene la falta de autoridad del profesor -el profesor no debe ejercer autoridad sobre el alumno, sino negociar comprensivamente con él-, inventa el derecho a huelga del alumno -como si fuera un adulto consciente y responsable-, y permite que quienes suspenden pasen de curso como quienes aprueban, rebajando aún más los criterios de calidad y exigencia. Otro prejuicio de la izquierda reflejado en la LOE es el de que el Estado es el único educador legítimo y el que debe decidir qué estudian los ciudadanos en función de las necesidades del Partido… perdón, del Estado. De ahí que pretendan asfixiar la educación concertada contra el criterio del 70 por ciento de los ciudadanos y el ahorro económico que nos supone a todos los españoles. El PSOE olvida esa parte de la Constitución en la se explica que los garantes del derecho a la educación de los hijos son los padres, no el Estado, y que son ellos los que deben poder elegir con libertad en qué centro y bajo qué ideario han de estudiar sus hijos. El prejuicio más sanguinario de la izquierda no evolucionada consiste en pensar que la Iglesia es su gran enemiga. La izquierda roja de la que Zapatero -en Marie Clair, que no en Claves de Actualidad o Política exterior- se siente orgulloso partícipe, ya ha demostrado cuántos miles de vidas inocentes puede cercenar ese odio. De ahí que otro de sus puntos clave en la educación es el de “expulsar a Dios de las escuelas”, en palabras textuales publicadas en El País por uno de los ideólogos laicistas. Dicha actitud es, al menos, una falta de respecto a la institución que inventó las escuelas y las ha mantenido durante siglos al servicio de todos, especialmente de los más necesitados. ¿Que hoy en España cuesta una pasta un colegio religioso? Quítese la viga del ojo y piense en qué países están hoy los más necesitados y quién garantiza allí la escuela. El peso de la LOE no es más que el peso de los prejuicios y rencores de la clase política que nos merecemos, porque la hemos votado. Pero los problemas de esta ley son más que los generados por los prejuicios de una parte de nuestros gobernantes: HazteOir ha formulado hasta 10 motivos contra esta peligrosa ley. Si queremos una sociedad fuerte, no esperemos que llegue la ley mágica que la fomente: sólo una sociedad fuerte puede formar una escuela fuerte. Por la enseñanza en libertad, y porque “en la calle, codo a codo, somos mucho más que dos”, demostremos nuestra fuerza el próximo 12 de noviembre, a las 17 horas, en Neptuno.