Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR

En honor de la persona homosexual

Fotografía
Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión05-06-2005

Precisamente por culpa del lobby gay conviene aclarar a estas alturas de la Historia que el homosexual, antes que homosexual, es persona. La sexualidad es un aspecto fundamental del ser humano, pero no es el único. La sexualidad no debería iluminar -u oscurecer- el resto de la realidad personal. Por eso, convertir la homosexualidad en la causa o misión de todo nuestro universo -ropa, tiendas, barrios, día del orgullo, banderas, colores…- desata un doble problema. En la relación con los otros, genera un gueto artificial y un distanciamiento social perturbador. En la relación con uno mismo, convertir la condición sexual -sea la que sea- en centro de la propia existencia, empobrece al resto de dimensiones personales, anulándolas o reduciéndolas a servidoras de una expresión sexual. Es suficiente escuchar a García Lorca, quien se sabía persona antes que homosexual, en su Oda a Walt Whitman para comprender la diferencia entre un homosexual, contra el que “no levanto mi voz”, y la sórdida caricatura humana que son esos “maricas de las ciudades”, en palabras de Lorca. Algunos dicen que la homosexualidad es una opción sexual más, libremente elegida. Otros dicen que es una condición sexual no elegida, pero tan respetable como la heterosexual. Hay también otro grupo, más silencioso: “Vivo mi condición de homosexual como una herida, una ruptura dentro de mí”, cuenta una mujer valiente. Algunos homosexuales viven su condición sexual como problemática, confusa o desgraciada. Algunos deciden luchar contra esa condición y, de los que luchan, algunos vencen y consiguen esa felicidad o paz espiritual que soñaron. Esto nos habla de la homosexualidad como un posible trastorno psicológico que hace infeliz a la persona; un trastorno que, asumido como tal por quien lo padece, es superable. A estos tres tipos de experiencias de vida -opción, condición, trastorno- conviene una misma respuesta: si la homosexualidad es algo distinto de la heterosexualidad, asumámoslo y vivamos en consecuencia. Asumamos que la relación estable entre homosexuales es una relación distinta de la relación estable entre heterosexuales. La relación estable entre homosexuales, sea por opción, por condición o por trastorno, no es matrimonio, sino otra cosa. Llamarla matrimonio es manipular y pervertir su propia realidad, hasta falsearla. Vivir una relación homosexual como si fuera igual que una relación heterosexual instala a la pareja en la mentira. De un lado, es un intento de narcotizar al homosexual que sueña con normalizar su situación y superar su condición homosexual. Por otro, supone anular lo específico de la “opción” o de la “condición” homosexual, libre o legítimamente asumidas. En definitiva, el discurso acrítico y sectario del lobby gay, que quiere acaparar la voz de todos los homosexuales, sólo conseguirá, de un lado, manipular y diluir la realidad de las personas homosexuales; de otro, acentuar el carácter sórdido y caricaturesco de los abanderados de la causa, los que Lorca llama “maricas de ciudad”, que hacen enrojecer de vergüenza a la persona homosexual. Por todo esto, invito también a todos los homosexuales que reconocen y asumen su propia realidad, y a todos sus amigos, a la gran manifestación del próximo 18 de junio, sábado, en Madrid. Pero, querido lector, no venga débil y solo. Venga valiente y poderoso, arropado y acogido. Venga con su familia.