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La Sanidad española no es un camino de rosas

Por Alejandra Linares-RivasTiempo de lectura2 min
Sociedad02-02-2005

Ni la Sanidad pública es contrapuesta a la privada, ni ésta es la varita mágica que soluciona los problemas de la primera. Ambas tienen deficiencias notables que en pocos casos son denunciadas. Listas de espera, negligencias médicas, urgencias desorganizadas, tardanza de las ambulancias o trato vejatorio son algunas de las grandes contrariedades que presentan.

Cinco meses. Es el tiempo medio de espera desde que un paciente pide cita con el especialista hasta que recibe el tratamiento. Y, si se trata de operaciones, la demora se puede extender más de dos años. Durante ese plazo, el 5 por ciento de los enfermos muere, el 40 por cien ve considerablemente agravada su dolencia y el 100 por cien empeora su situación. En muchas ocasiones, las pruebas realizadas en primera instancia pierden validez y deben repetirse, con lo que nuevamente se alarga el proceso pero, en el peor de los casos, esta dilación puede finalizar con la muerte del convaleciente. Con esto, las listas de espera constituyen la queja más escuchada en los centros sanitarios públicos y, sin embargo, no eclipsan al resto. Los servicios de urgencias en hospitales del Estado a veces carecen de personal suficiente, o del adecuado. Se deja a los médicos del MIR solos ante lo que pueda suceder y estos pueden equivocarse en los diagnósticos o tratamientos. Incluso se realizan intervenciones quirúrgicas sin informar al propio convaleciente o a los familiares. Si a esto se le suma la lentitud de muchas ambulancias en llegar a su paradero, las dificultades se acumulan en detrimento del paciente. El problema de la Sanidad privada es diferente. Precisamente se caracteriza por sortear todos estos impedimentos. En cambio, hay constancia de que, en numerosos centros, están ejerciendo personas que no están tituladas ni preparadas para llevar a término determinadas operaciones, o se contrata a médicos inexpertos por poco dinero. Y es que no se puede perder de vista que estas entidades son empresas con ánimo de lucro y, casi siempre prima en ellas el beneficio económico. Normalemente, las lamentaciones respecto a estos temas no llegan a materializarse en denuncias, sino que se limitan a pasar de boca en boca. Así, Carmen Flores, presidenta de la Asociación El defensor del paciente (ADEPA), refleja que "acudimos a la Sanidad pública como si nos hicieran un favor por atendernos". "Se nos olvida -prosigue- que somos nosotros quienes les estamos pagando". Por su parte, un colaborador de dicha asociación, el abogado José Aznar, corroboraba estas declaraciones al manifestar que en España "hay miedo de denunciar a un médico", e incluso a pedir el historial clínico, por temor a que el trato sea peor.