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Cómo el Kremlin condujo a Yukos al borde del ‘jaque mate’

Por Gema DiegoTiempo de lectura2 min
Economía26-12-2004

Hace poco más de un año, había en Rusia un poderoso opositor político al actual presidente, Vládimir Putin, y una compañía petrolera privada que se estaba comiendo el mundo. Ahora, por obra y gracia del Estado, ya no hay ni opositor ni empresa que pertenezca a particulares.

Con la compra de Yugansneftegas, el Estado ruso ha dejado sin reina a Yukos en la partida de ajedrez. La retorcida operación de adquisición de la filial de la petrolera ha supuesto uno de los más sofisticados y demoledores movimientos del Kremlin en busca del control del negocio energético en Rusia. Los atropellos contra Yukos comenzaron en noviembre del 2003. El dueño de la empresa, el magnate Mijail Jodorkovski, era encarcelado por una supuesta evasión de 557 millones de dólares en impuestos, malversación de bienes ajenos y falsificación de documentos oficiales. A pocas semanas de las elecciones, sorprendía el golpe contra uno de los principales opositores de Putin quien, por su parte, se empeñaba en acusar a los empresarios rusos de querer “hacer lobby. El encarcelamiento de Jodorkovski hirió de muerte a Yukos. En enero del 2004, la Hacienda rusa concretó la supuesta estafa de la petrolera, y determinó que ésta debía devolver 3.400 millones de euros en concepto de impuestos no pagados. La decisión gubernamental afectó a la fusión con Sibneft y a la evolución en bolsa de Yukos, cuyos títulos sufrieron una contracción del 82 por ciento en 12 meses. El Kremlin, sin embargo, aprieta pero no ahoga, porque no quiere una empresa destrozada, sino una compañía con capacidad para seguir produciendo al mismo nivel que la había situado en la cima del negocio del crudo mundial. Así, el Gobierno ruso congeló las cuentas de Yukos, pero también le permitió cierta flexibilidad para pagar parte de la deuda. Con la compañía acorralada, los ejecutivos de Yukos huyen de Rusia por miedo a las represalias del Kremlin. Mientras, Jodorkovski sigue en prisión preventiva, aguardando el jaque mate que otorgue de nuevo al Estado la propiedad de un negocio que fue privatizado tras la caída de la antigua URSS.