LA RÉPLICA
‘Fortuna audaces iuvat’
Por Roberto J. Madrigal3 min
Deportes05-09-2004
El saldo de los Juegos de Atenas fue bueno, no sólo para el deporte español. La seguridad estuvo a la altura de la cita, la organización tuvo todo listo a tiempo –las ceremonias de apertura y clausura fueron muy emotivas por su simbolismo–, el celo para velar por la limpieza de los Juegos no alteró la competición, a pesar de episodios como la espantá de los griegos Costas Kenteris y Ekaterini Thanou, sospechosos de dopaje. Para gustos queda opinar si éstos han sido o no los mejores Juegos de la historia, pero en todo caso, el homenaje del movimiento olímpico a la ciudad ateniense –en última instancia, a sus propios orígenes– ha servido también, en lo que a España se refiere, a recuperar el pulso que encontró en los Juegos de Barcelona. Si entonces se consiguieron 22 medallas, un hito difícil de igualar, sobre todo porque de ellas 13 fueron de oro, los atletas españoles consiguieron revertir la tendencia a la baja de Atlanta y Sidney –entonces se tocó fondo con 11 medallas, una cifra impensable, aun así, antes de 1992– y pescar nada menos que 19 metales, aunque con sólo tres campeones olímpicos: los mismos que cuatro años atrás. Pero a menudo se nos olvida que además de la preparación, del potencial, influye –y mucho– la fortuna. En una competición tan atípica como son los Juegos Olímpicos, la línea que separa el éxito del fracaso es tan fina como tener un buen o un mal día. Las expectativas, la preparación idónea –es muy difícil llegar en el máximo momento de forma a las fechas que se desea… y es mucho más fácil perderlo– y los nervios por las ganas de hacerlo bien provocan, a menudo, que grandes atletas se queden sin incluir en su lista de títulos una medalla de oro olímpica. Así sucede que casi ninguna de las medallas que se consiguieron en Atenas entraba en los pronósticos: quizá haya que pensar que el nivel de España se puede medir por el número de medallas, pero casi ninguno de los atletas es un número uno consolidado en la elite de su especialidad. Natación, atletismo, baloncesto… no importa: los éxitos llegan por el trabajo y por una dosis de fortuna, no sólo por las marcas o por los resultados en un campeonato del mundo o de España. La fortuna ayuda a los audaces, pero no asegura nada hasta que no se cruza la meta en primera posición. En todo caso, conviene evitar la complacencia y mantener la autocrítica: el sistema de becas para ayudar a los deportistas olímpicos –más conocido como plan ADO–, sin ser malo, no es perfecto y está sujeto a mejoras. Por ejemplo, muchos atletas que se quedan fuera de la lista de participantes en los Juegos –por cuestiones de índole política, como sucedió con el enfado de atletas como Jennifer Colino y Conchi Montaner, por quedarse fuera de los cupos en la gimnasia rítmica y en el salto de longitud, sin ir más lejos– u otros que por distintos motivos no consiguen un resultado acorde con sus expectativas, como un diploma olímpico, se quedan sin una oportunidad para seguir recibiendo ayudas en su preparación para las siguientes competiciones. Después de todo, si España es el octavo país del mundo de acuerdo a su riqueza económica, esos recursos se deben canalizar en lo posible para que el deporte refleje ese potencial.