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SIN ESPINAS

Carmina: un gran ejemplo

Fotografía

Por Javier de la RosaTiempo de lectura2 min
Opinión25-07-2004

Carmina Ordóñez ha sido un gran ejemplo... de lo que no se debe hacer. La noticia de su muerte ha sido tan fría como la frivolidad con que ella afrontó su vida. No entiendo a los que se empeñan ahora en ocultar o mitigar las graves causas que la han provocado. Argumentan algunos que se dicen cercanos a la diva rosa: “por respeto a la familia”. Nadie, empezando por ella, respetó su intimidad e hizo de algo tan sagrado la materia prima de un comercio burdo que la esclavizó -a ella y a toda su descendencia-. Es ahora, más que nunca, cuando Carmina Ordóñez no debería desaparecer de las portadas de las revistas y los periódicos. Quien se dejó escarnecer ante la opinión pública para costear su tren de vida, debe ser el paradigma para que la juventud se dé cuenta de la clase de existencia que llevan quienes hoy okupan el 90 por ciento de la programación del medio de difusión de masas más importante y con más capacidad de influencia en nuestros días. El mensaje es: así muere quien no se toma en serio la vida. Quien deambula irresponsablemente, hace de su dignidad moneda de cambio y maneja el regalo que se nos ha concedido como un juguete y no como un misterio por descubrir paso a paso y con pies de plomo. Aunque se empeñen en maquillar su cadáver, la realidad es que Carmen Ordóñez es el resultado de un fracaso estrepitoso de principio a fin. De una vida llena de desgracia, de frustración, de problemas psicológicos, afectivos y emocionales que la atormentaron hasta unos límites que sólo ella y Dios conocen con detalle. Estas son las consecuencias. Las causas son múltiples y difíciles de analizar en estas líneas. Posiblemente ninguna en sí misma definitiva aunque seguro que todas contribuyeron a propiciar este final. Su infancia, su adolescencia, sus padres, sus matrimonios y su vida familiar rota, su baja autoestima, y el entorno que permitió que le rodeara. En 50 años le dio tiempo a tomar muchas decisiones. Sus “amigos” dicen que siempre fue dueña de su vida y que decidió vivir así. Tratan de presentarla como el colmo de la libertad cuando la realidad es que todas sus decisiones la fueron esclavizando poco a poco hasta que dejó de tener un control sobre sí misma. Ya no podía hacer ni lo que quería: dejar el oscuro mundo que la ha matado. Que nadie piense que en estas líneas he pretendido juzgar a esta mujer. Antes al contrario, siento pena por Carmen y rezaré por que Dios la guarde en su gloría y le otorgue la paz que entre todos, empezando por ella, perdió y le quitaron en vida. Pero que nadie trate de engañarnos ahora, la corrupción de nuestra libertad, el libertinaje conduce al abismo de la esclavitud.

Fotografía de Javier de la Rosa