ANÁLISIS DE LA SEMANA
A la cuarta va la vencida
Por Gema Diego2 min
Economía02-05-2004
Nada hay más clavado en las esencias del socialismo primitivo, aquél que se colaba en las fábricas, aquél que promovía la rebelión contra el patrón y la toma de los factores de producción, que el internacionalismo. Por eso, ya en 1864 hubo un intento de unir el sindicalismo laboral a través de una federación, que sería conocida como la I Internacional. Ésta acabó como el rosario de la aurora a causa de la mezcla de tendencias que se produjo en su interior: marxismo, anarquismo, las Trade Unions británicas, el socialismo utópico… Sin embargo, el sindicalismo siguió intentando unirse en una II Internacional a finales del siglo XIX. Esta iniciativa prosperó durante unos años, pero al final el revisionismo de Bernstein y la falta de definición de las competencias de la federación acabó por hundirla de nuevo. Aún tendría que llegar una III Internacional, pero ésa ya sería sólo una Internacional Comunista dirigida por la URSS. Al igual que la unión de todos los trabajadores a través de una federación de sindicatos internacional, la unión de Europa mediante todo tipo de métodos ha fracasado ya varias veces. El Imperio Romano intentó apropiarse de todo el continente, pero no lo consiguió. En la Edad Media, Carlomagno trató de hacer lo mismo, y después, en los albores del Renacimiento, llegó el turno de Carlos V. Ni Napoleón, ni Hitler, ni nadie. La fuerza no podía servir para hacer realidad el sueño de muchos europeos (Kant y Rousseau entre ellos, por dar un par de nombres). Por fin, desde el pasado 1 de mayo, parece que la palabra está logrando lo que no ha hecho la fuerza. Europa unida ya no es una utopía. Y si los países del Viejo Continente están rompiendo barreras, ¿cómo no van a apoyarlo los sindicatos? ¿Cómo celebrar el Día del Trabajador sin festejar, a la vez, la consecución de parte de sus ideales internacionalistas? De ahí a recuperar el espíritu de la I Internacional, a probar por cuarta vez a constituirla, sólo va un paso. Una IV Internacional que sea, de verdad, foro de propuestas, caldo enriquecedor bullendo de ideas. A ver si se da y, así, todos podremos salir ganando. Compartiremos nuestras desgracias y nuestras alegrías. Y los trabajadores estarán menos indefensos.