CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR
Hágase el amor
Por Álvaro Abellán2 min
Opinión20-03-2004
“Donde amar ya no es posible, mejor pasar de largo”. Nietzsche es un ejemplo perfecto de loco: crecía sólo en sí mismo. Pero era también un genio, un profeta que en pleno siglo XIX denunciaba los presupuestos intelectuales que desembocarían en las tragedias del XX. Conocía las consecuencias de la muerte de Dios y de la confianza ciega en la razón pura, razón de máquina, razón inhumana. En el siglo del progreso y la promesa del bienestar, Nietzsche nos decía, sin que le pudiéramos entender: “Donde amar ya no es posible, mejor pasar de largo”. Los medios de comunicación, reflejo y motor de la política y de la opinión pública, son un hervidero de emociones, sentimientos, razones trastornadas, posicionamientos partidistas, pensamiento débil, y manipulación -muchas veces inconsciente y, otras, perfectamente orquestada-. Casi toda la información que remite a los atentados o a las elecciones es profundamente nauseabunda. Atenderla supone claudicar tu intimidad, como cuando te penetra ese olor profundo y vomitivo que toma plaza en las entrañas, se hace fuerte y te destruye y derrumba desde dentro. Cuando atiendo a esta información, Nietzsche se presenta y me recuerda: “Donde amar ya no es posible, mejor pasar de largo”. ’Hispania non perit’, escribí la semana pasada. Y un aluvión de adhesiones y refutaciones llenaron mi buzón de correo-e. Nunca los corazones movieron tantas voluntades hacia el diálogo con mis palabras. Al principio temí más de lo mismo, de ahí la alegría y sorpresa al encontrarme con refutaciones donde el corazón no estaba en una idea contraria a la mía, sino en dialogar y comprender mi postura o en exponer cordialmente razones para la contraria. Cuando el corazón no está en las ideas, y sí en las personas, en todas las personas más allá de los bandos, es cuando el diálogo es posible. El verdadero consenso no viene de las ideas, sino de los corazones. No consiste en abandonar las ideas o en juguetear con un pensamiento débil; sino en sostenerlas con fuerza y coherencia al tiempo que se entrega el propio corazón desnudo al contrario; corazón que también escucha y calla y observa con la misma fuerza y coherencia con que expone. “Donde amar ya no es posible, mejor pasar de largo”, decía Nietzsche, y creímos que no iba con nosotros. Somos un pueblo que sabe amar sus contradicciones. Somos un pueblo de sanchospanzas y donquijotes que no sólo conviven, sino que cabalgan juntos. Reconozcamos nuestros errores, pidamos perdón, dejemos de insultar al otro y corramos a abrazarlo. No dejemos media España para amar y otra media para helar el corazón, porque sea la mitad que sea, si se define como enfrentada a la otra, no puede amarse. Y donde amar ya no es posible...