ANÁLISIS DE LA SEMANA
Ley de los rendimientos decrecientes
Por Gema Diego
2 min
Economía12-10-2003
Eliminar lo que sobra es la máxima de cualquier dieta de adelgazamiento, de cualquier periodista con la obligación de ser sintético, y, desde luego, de cualquier empresa que quiera conseguir la mayor cantidad posible de beneficios. Y cuando la empresa no va todo lo bien que quisiera, la mejor solución a corto plazo es aplicar la ley de los rendimientos decrecientes. O eso es lo que piensa César Alierta: si no se pueden variar los costes fijos, al menos al principio, pues se recortan los costes variables. En Telefónica hay más de 20.000 empleados, a juicio de la compañía, que sobran, que no son rentables porque no aumentan la producción en la proporción que debieran. Para colmo, los que no son superfluos no están en el sitio adecuado para cumplir ese objetivo casi mágico de liderar el mercado de Internet de banda ancha. La solución está, pues, en deshacerse de lo que ya no sirve, como ya hizo Telefónica hace cuatro años, y darle un vuelco a lo que hay para que la compañía vaya por el camino de los beneficios. Entre tanto, no viene mal mover unas cuántas acciones de acá para allá, de Antena 3 a Sogecable, ahora que el comportamiento de los mercados se ha vuelto más previsible gracias al invento de los últimos Premio Nobel de Economía. Un instrumento con el que se puede predecir hasta la evolución del PIB de la UE el año que viene y la fluctuación del déficit francés hasta el 2005. Desgraciadamente, el método de Engle y Granger no sirve para decirle a un trabajador cuándo va a prescindir su empresa de él. Para eso, sólo sirve la ley de los rendimientos decrecientes y un poco de cucología para adivinar de qué humor se levanta el jefe cada mañana.
