CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR
300
Por Álvaro Abellán2 min
Opinión20-04-2003
Es difícil enamorarse de La Semana.es porque lo digital, aún, no huele. Y el olor es el único sensible que nos llega sin pedir permiso, sin que prejuicios, estados de ánimo o armaduras puedan detenerlo. Estamos desprotegidos contra el amor por culpa de las narices. Bueno, los angloamericanos en Iraq -por las armas químicas- y los asiáticos -por la neumonía atípica-, están -gracias a las mascarillas- mejor resguardados. Es difícil enamorarse de La Semana.es, decía, porque los ceros y unos, aún, no huelen. Pero no sólo eso: resulta que las cosas digitales tampoco tienen edad. Internet es esa utopía de famosas trucadas donde uno puede hacerse infinitas operaciones de cirugía estética sin temor a los fallos humanos o a los efectos secundarios. Que se lo cuenten a esta veterana sin arrugas -los ceros y unos tampoco tienen arrugas- que es La Semana.es, más de seis años en Internet y parece nueva. Parece más nueva que el primer día (¿no me creen? Echen un vistazo al número uno). Pero La Semana.es, tan joven y nueva para los púberes de la Red, no engaña a los veteranos. La Semana.es está veteada de colores invisibles que marcan las ausencias y presencias que hacen de ella una escuela y un periódico sin igual. Un habitual de estas páginas sin papel detecta esas presencias ausentes que hay en todo proyecto. Ahí están los que están sin estar. Un viejo lobo leerá también los espacios en blanco de esos ausentes presentes. De los que no firman, pero están: unos en entrega secreta, otros como huella en sus sucesores, antiguos discípulos y ahora maestros de otros. Es difícil enamorarse de La Semana.es porque lo digital, aún, no huele. Y, sin embargo, cuántos amantes tiene. Son 300 ediciones distintas, como podían ser infinitas. Como infinitos son los azules del mar de Alicante. Como infinitos los matices que esconden esos invisibles y eternos ceros y unos, sustrato intangible habitado de actualidad. “Más que a un proyecto, parece deberse a un encuentro”.