El camino hacia la búsqueda de personalidad propia
Por Ana Romero Vicente
2 min
Economía20-04-2003
Los países recién admitidos en la UE, excepto Malta y Chipre, pertenecieron a la órbita de la Unión Soviética (la República Checa, Polonia, Hungría, Eslovaquia, Eslovenia, Lituania, Letonia y Estonia). Estos países han tenido que someterse a un duro periodo de transición para poder llegar a formar parte de la UE, para aprender, fundamentalmente, los principios democráticos, base del Estado de Derecho y piedra angular de la UE.
Desde que se diera por concluida la Guerra Fría (que enfrentó al bloque occidental con la URSS), con la caída del muro de Berlín en 1989, los países del Este que han firmado el Tratado de Adhesión han demostrado, con su lucha constante por despojarse de todo resquicio comunista, que merecen ser reconocidos por su hermano occidental. La UE les ha brindado, admitiendo su inclusión en ella, una oportunidad que venían soñando desde hacía mucho tiempo. Pero estos países, con rentas bajas y salarios muy reducidos no sólo llevan 13 años intentando formar parte de la UE por la prosperidad económica que esto les va a retribuir en el futuro. Lo que realmente necesitan es volver a verse incluidos en un gran proyecto como es la UE; formar parte de sus foros, sus debates y reuniones; tener voz para opinar, para proponer y, sobre todo, tener quien les escuche. Porque, al final, a todos nos gusta ser reconocidos y valorados por los demás, es algo inherente a los humanos y también a las naciones. Esta ampliación hacia el Este es la quinta que vive la UE y es un gran reto porque, de un sólo golpe, son 10 los países que se integran aportando una gran población y también un aumento de territorio (de un 34 por ciento). Si a partir del 2007 son incluidas Rumanía y Bulgaria, y posteriormente Turquía, Europa estará más cerca de ser una. Desde que los países del Este dejaron de estar bajo la autoridad del bloque soviético, la UE (o CEE, denominada así en sus inicios) se puso en marcha para restablecer relaciones con ellos y lograr la unificación de Europa. Les proporcionó, a través del programa PHARE, ayuda económica para que pudieran restablecerse y fijó los denominados Criterios de Copenhague que debían seguir para llegar algún día a ser aceptados en la UE. Garantizar la democracia y una economía de mercado fuerte son, en líneas generales, las condiciones básicas. Entre 1998 y 1999 comenzaron las negociaciones formales que ponían en marcha la adhesión y el 13 de diciembre de 2002 se firma en Copenhague el pacto de adhesión, que finalmente fue ratificado la semana pasada en Atenas.