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SIN ESPINAS

Ola depresiva

Fotografía

Por Javier de la RosaTiempo de lectura2 min
Opinión14-04-2003

Me contaba el otro día el vicepresidente de la Unión Liberal Cubana que a Castro le gustan los retos. Yo le preguntaba si toda esta ola macabra -ejecuciones a jóvenes desesperados por encontrar la libertad o juicios sumarísimos a escritores por tener un fax o un ordenador en casa- se debe a la depresión mental de un demente de barba raída o a que Castro le ha cogido miedo a la oposición que florece dentro y fuera de Cuba. No, no, nada de esto. Castro desespera ante su acuciante senectud porque los vientos revolucionarios comunistas mueven los mismos molinos que el agua pasada. Me atrevería a decir que Fidel está celoso de Sadam porque le ha quitado el protagonismo a la hora de desafiar a EE.UU., si no fuera porque ha aprovechado que la atención estaba en Iraq para seguir cometiendo desmanes en "su Isla". Todavía le queda el prurito de ser el dictador que más cerca se ríe en la cara de los norteamericanos. Tampoco tiene miedo a una oposición creciente. Su maquiavélico sistema de seguridad, capaz de infiltrarse en la intimidad de los disidentes hasta romper sus matrimonios, le permite controlarla. Castro necesita oírse diciendo que como a EE.UU. se le ocurra una intervención militar en Cuba tendrán ante sí una guerra de 100 años. Sí, y él estará allí en el 2103 para ser el comandante en jefe de las tropas junto al Che Guevara. Por cierto, una bandera del pacifismo que decía que el hombre es una máquina de matar y que los niños y las mujeres muertas en la guerra eran un obstáculo más a superar para llegar al poder. ¡Que tanto se parecen las dictaduras! Sadam hablaba de la madre de todas las guerras. Husein y Castro podrán hacer todas las guerras que quieran en el infierno porque ya sabemos que en Iraq un comunista como el cubano tendría las horas contadas, como los tres imberbes de la lancha con los que ha pagado su ola depresiva.

Fotografía de Javier de la Rosa