CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR
El próximo día
Por Álvaro Abellán2 min
Opinión07-04-2003
“El próximo día, hablaremos del Gobierno”. Esa u otra fórmula similar usaron durante mucho tiempo Tip y Coll para despedir su actuación cómica. Una fórmula magistral, irónica y alegre, de evitar un debate estéril por dos razones: la primera, porque estropea relaciones cercanas sin arreglar las lejanas; la segunda, porque llega un momento en que no existe diálogo, sino palabras huecas y argumentos falaces que no merecen consideración ni respuesta razonada. Recuerda Agustín cómo disfrutaba reunido con sus amigos: “Conversar, reír, servirnos mutuamente con agrado, [...] discutir a veces, pero sin animadversión, como cuando uno disiente de sí mismo, y con tales disensiones, muy raras, condimentar las muchas conformidades; enseñarnos mutuamente alguna cosa, suspirar por los ausentes con pena y recibir a los que llegaban con alegría”. Esta relación de amistad presupone un corazón limpio, una voluntad de verdad y de diálogo, un escucharse y un vivir presencialmente el presente inmediato como un enamorado. Cuando este amor a lo cercano se olvida en nombre de un intelectual amor a lo lejano, amar ya no es posible. La guerra no ha provocado la división en Occidente; es la división la que ha provocado la guerra. Por eso el final de la contienda no será el principio de la reconciliación, sino su espejismo. Es difícil detectar cuándo empiezan amigos y aliados a dejar de escucharse. Yo creo que ocurre cuando descuidan ese presente inmediato que les une y exponen una visión de lo ajeno que no se corresponde con la realidad. Tienen ideas poco reales de cosas que apenas conocen, pero las defienden con fuerza. Este debate imposible empieza camuflado como lucha de ideas, pero la lucha de ideas no es lucha de verdades, ni de realidades, ni siquiera de ideales, sino lucha de prejuicios e intereses. Entonces empiezan los argumentos que no son tal. Con la demagogia, escucharse deja de tener sentido, porque las razones no son razones. Por eso, cuando los sabios Tip y Coll veían venir entelequias irreales que podían destruir amistades reales, ahondaban en lo común para encontrar allí soluciones a la discrepancia. Discutir sin amar y sin ánimo de verdad no tiene sentido. Por eso, cuando el amor a la idea irreal mata el amor al amigo encarnado, mejor es callar y reflexionar. Después de eso, quizá “el próximo día, hablaremos del Gobierno”. Y de la guerra.