SIN ESPINAS
Ni una lágrima
Por Javier de la Rosa2 min
Opinión09-03-2003
La verdadera razón por la que Aznar está apoyando la trama internacional de Bush está tan oculta o escondida como el nombre de su sucesor en La Moncloa. El cuaderno azul-pp donde solía hacer la lista de los nuevos ministros de su gabinete es ahora una libreta rojo-sangre donde se apuntan pros y contras, todo intereses. Algo grande se persigue. Si no, no tiene sentido tanta significación en la ONU, tanto derroche de saliva. “No derramaré una lágrima por Sadam” en caso de guerra, dice Aznar en un semanario alemán. “No quiero vivir en un mundo futuro que esté de rodillas e impotente ante los terroristas”. Para el terrorismo nacional, el Estado de Derecho y el imperio de la ley caerán sobre los criminales. Para el terrorismo internacional, sólo cabe la guerra. Otra contradicción más de la múltiples y diversas que ha ensayado un presidente que se jacta de ser el más realista en esta situación. Aznar tiene el pragmatismo necesario para llegar adonde ha llegado. Y ése, rebasa los niveles de la fidelidad a los principios. El fin no justifica los medios, y menos cuando el fin más plausible de esta contienda no está en el horizonte de nadie. Acabar con la injusticia, con las torturas, con los pueblos tiranizados nunca ha sido tarea de los poderosos sino la consecuencia de sus actos. ¿qué está defendiendo entonces, señor Aznar? Creo que usted es más listo que yo, por eso no entiendo. Tal vez sepa usted más que yo, pero no me explico. Apelo a la historia y me parece que usted no contribuirá a cambiarla como los hombres deseamos cambiarla. Es decir, no tropezándonos por enésima vez en la misma piedra. La caída será tan fuerte que no habrá posibilidad de llorar, ni siquiera de derramar una lágrima. ¿No le dijo el Papa que la guerra es Satanás?