SIN CONCESIONES
Oda a María San Gil y Rosa Díez
Por Pablo A. Iglesias1 min
Opinión09-02-2003
Dicen que es el ojito derecho de Aznar. El presidente del Gobierno está enamorado de la garra, el valor, la iniciativa, el sacrificio y los principios de esta vasca de 38 años. María San Gil lleva doce años en el Ayuntamiento de San Sebastián. Y está amenazada por ETA. Como lo está cualquier concejal vasco de PP o PSOE, como lo estaba el jefe de la policía municipal de Andoain. María San Gil no es indiferente a nada. Para todo tiene una opinión y la defiende con su propia vida. Sólo así se explican los enfrentamientos y careos diarios con los concejales de Batasuna en San Sebastián. Sólo así resulta comprensible su presencia en el Ayuntamiento de Andoain tras el asesinato de Joseba Pagazaurtundua. San Gil plantó en su cazadora una pegatina de ETA no y exigió libertad ante los cómplices de los terroristas. Junto a ella, otros valientes como Rosa Díez, Enriqueta Benito, Fernando Savater y Carlos Martínez Gorriarán. Todos manifestaban su protesta a la cara de los verdugos, a un metro de quienes anhelan verles muertos, con el riesgo de ser la próxima víctima. Estos sí que merecen un Goya por el buen papel que cada día llevan a cabo en el País Vasco. No tienen actores que les sustituyan en las escenas arriesgadas ni sueldos como los de Aitana Sánchez Gijón o Marisa Paredes. María San Gil y Rosa Díez no sólo gritan "¡ETA no!". Dan la cara -y la vida- ante los asesinos. Tienen la representatividad de las urnas para hablar en nombre de los ciudadanos. Ganan menos simpatías y menos dinero que Javier Bardem. Pero demuestran más coherencia y menos demagogia que cualquier electoralista del "No a la guerra!".
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito